Cuando escribo, me siento forzado a escribir la verdad… pero ¿qué es la verdad? ¿Acaso es mi verdad? Tal vez sí… Pero intento plasmar esta verdad en palabras de un modo reflexivo, conjugando en ella lo que veo, siento, pienso… todos vemos, sentimos y pensamos diferente…
Por eso cuando digo que me veo forzado a escribir la verdad, lo digo pensado en describirme y englobarme a mí mismo en esta verdad, mirarme y pensarme a mí mismo. No somos tan diferentes unos de otros como creemos…
Si así no lo hiciera, y lo veo muchas veces en otras personas, me pararía a mí mismo en un ‘pedestal’, como mirando desde una ‘altura superior’ a mis hermanos en Cristo, fijándome en sus defectos, discordias, pleitos, ceguera, y yo, ‘superior’, apartado de todos sus ‘errores’, ‘contemplando desde arriba’ y creyéndome ‘dueño de la verdad’…
Pero esto no es así hermanos míos. ¡Valentía se necesita para escribir y decir las cosas como son!
Si nos miramos con detenimiento por un momento nos damos cuenta de que compartimos todos los mismos defectos y errores, nos involucramos en pleitos y discordias, muchas veces no queremos movernos de ‘nuestra verdad’… es más, en nombre de ‘nuestra verdad’, nos enemistamos unos con otros, generamos odios intensos y heridas difíciles de sanar…
Veo todo esto con asombro hermanos, nuestras peleas, rivalidades, discriminaciones, inclusive insultos; están en la red, y detrás de una computadora, del anonimato que esta proporciona, muchos se hacen llamar cristianos y disparan dardos ardientes, arremeten contra todo y todos, y ellos solos son los dueños de la verdad…
Este post lleva el título de ‘Escamas en los ojos de Pablo’, y ya pueden entrever por qué…
La conversión de Pablo, descrita en Hechos de los Apóstoles capítulo 9, nos depara con la actitud de un hombre que predicaba ‘su verdad’, combatía por ‘su verdad’, mataba incluso por ‘su verdad’…
Lean bien hermanos y entiendan lo que leen. Pablo predicaba la religión Hebrea, era fariseo de ley, conocía los mandamientos del Señor Todo Poderoso, la Ley, y fue a través del pueblo Hebreo que nosotros recibimos la Palabra de Dios, y en la carne, a nuestro mismísimo Señor Jesucristo. Pablo pertenecía al Pueblo Amado y Elegido por nuestro Padre Celestial.
Él no era una persona sin conocimiento. Él estaba versado en la Ley Divina. Después me dirán ustedes que en realidad no la entendían, que dependían de la ‘letra que mata’, que no conocían a Cristo ni el poder del Espíritu Santo… Sí, todo esto es cierto, más Pablo no era un ignorante…
Pablo, como el resto de su pueblo, no entendía la voluntad de Dios, no conocía la misericordia de Dios, las promesas de Dios hechas realidad en su Hijo Jesucristo. Pablo no entendía el amor de Dios, no discernía la verdad eterna de Dios dada a conocer por su Hijo Amado. Pablo sólo combatía por ‘su verdad’, solo ‘quería imponer’ aquello que tenía cautivada su razón, su religión farisea basada en ritos y obediencia a la Ley…
Fíjense hermanos que Pablo, conociendo a Dios y los mandamientos de Dios, ‘respiraba Amenazas y Muerte’ contra los discípulos de Jesús…
Pidió al Sumo Sacerdote cartas para perseguirlos, llevarlos presos y encadenados a Jerusalén… Quería terminar con la congregación de Cristo.
“Más yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues…”
Muchos cristianos hay que se parecen, y mucho, a los fariseos de antaño. Pero vallan un poco más adentro de ustedes mismos hermanos, hurguen en sus propios corazones, de cierto que no necesitaran cavar muy hondo… Todos tenemos algo de aquél ‘primer’ Pablo perseguidor en nosotros… ¡Por favor mírense bien! ¡Díganse la verdad a ustedes mismos!
Recuerden que ‘la verdad’, esa verdad por la que ustedes combaten y defiende a dientes apretados, tal vez sea sólo ‘Su verdad’.
En realidad pienso hermanos que si estamos combatiendo con alguien por algo, peor aún si es por cuestiones de religión, métodos, denominaciones, profecías, etc., en verdad ya estamos intentando imponer, como aquél ‘primer Pablo’, nuestra verdad…
La verdad tal vez sólo sea esta: ¡DIOS ES AMOR!
Ese mismo Dios que vino al mundo por nosotros, que se hizo hombre por nosotros, que murió por nosotros, nos Amó siendo todos nosotros desobedientes, pecadores, jactanciosos y malvados… Ese mismo Dios que Salvó a Pablo, que lo transformó en el Apóstol más grande de la cristiandad, lo libró de su ceguera, esa ceguera que lo tuvo TRES DÍAS SIN VER.
Esa ‘muerte figurada’, los mismos días en que estuvo muerto físicamente nuestro Señor Jesús, esos tres días sin ver de Pablo, fueron la muerte de todos sus odios, amenazas, agresiones, violencias, ignorancia, en definitiva, fue un abrir de ojos literal, pues ESCAMAS CAYERON DE SUS OJOS Y AL INSTANTE RECIBIÓ LA VISTA…
Hermanos míos en Cristo Jesús, tal vez nosotros hoy en este día, nos demos cuenta de que también nos estamos comportando como aquél ‘primer Pablo’, y caigamos en razón de que ya es tiempo de rogarle a Jesucristo nuestro Señor que nos envíe su Espíritu Santo para que a través de su Bautismo, caigan las escamas que se han formado en nuestros ojos por culpa de nuestros pecados y nuestra rebeldía… Tal vez tengamos que morir y pasar tres sin ver, y así simbólicamente, pasar por las mismas experiencias que tuvo que pasar Pablo, pues cuando murió a sí mismo, cuando estuvo tres días en completa oscuridad, vino la salvación de nuestro Señor, demostrando su rica gracia, su eterno amor inmerecido, su constancia en ayudar siempre a sus hijos, por más que estos se resistan muchas veces a ser ayudados por Él.
Bendito sea el Nombre Eterno de Nuestro Señor Jesucristo, pues Él Ama con Amor Eterno a su Pueblo, a su Iglesia, y a pesar de todo, sigue perseverando en ella, movido sólo por su Amor.
Tal vez esta sea la única verdad, repito otra vez: ¡DIOS ES AMOR!
Dejemos de lado las contiendas, las disputas y los odios solapados entre nosotros. Si creemos que somos muy cristianos y llenos de Espíritu Santo, andemos como tal, movidos por ese AMOR DIVINO, que todo lo perdona, todo lo soporta, a todos sostiene sin importar miramientos ni perjuicios… Muchos los hay que se piensan llenos de este Espíritu de Cristo, y son peores aún que aquél ‘Primer Pablo’, respirando amenazas y muerte contra todo y todos…
Dios nos sane, Dios en su infinita misericordia remueva de nuestros ojos las escamas que impiden ver lo que realmente somos: hombres y mujeres pecadores, que fallamos diariamente y que sólo seguimos vivos por la inconmensurable bondad de nuestro Señor Jesús.
Hermanos perdonémonos unos a otros y vivamos en paz. Amén.
Fernando Acuña.