“En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Después de despedir a la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo.Ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas, porque el viento era contrario. Pero a la cuarta vigilia de la noche, Jesús fue a ellos andando sobre el mar. Los discípulos, viéndolo andar sobre el mar, se turbaron, diciendo:
—¡Un fantasma! Y gritaron de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo:
—¡Tened ánimo! Soy yo, no temáis.
Entonces le respondió Pedro, y dijo: —Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.
Y él dijo: —Ven.
Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: —¡Señor, sálvame!
Al momento Jesús, extendiendo la mano, lo sostuvo y le dijo:
—¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
En cuanto ellos subieron a la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca se acercaron y lo adoraron, diciendo:
—Verdaderamente eres Hijo de Dios”. (Mateo 14: 22-33)
¡Saludos familia cristiana!
Comienzo esta pequeña reflexión remitiéndome al Evangelio de Mateo capítulo 14 versículo 22 en adelante.
¡Jesús es imponente!
Sus milagros son rimbombantes, todo lo que nuestro Señor hace deja una profunda impresión, no sólo en quienes observaban ‘desde afuera de la fe’, sino también en sus mismísimos discípulos, quiénes con Él caminaron durante más de 3 años…
Hermanos, centrándome en este versículo en particular, he leído ‘ríos’ de tinta acerca del comportamiento de Pedro : era impulsivo, temerario, precipitado, etc… todas las narrativas están centradas en decirnos que Pedro se hundió porqué le falló su fe; que por su dureza de corazón no pudo creer hasta el final… como si Pedro fuera muy diferente a nosotros, quiénes, con seguridad, tenemos muchos más defectos que él…
Pocos parecen tener en cuenta que Pedro salió de la barca lleno de coraje y, con mucha fe en su corazón, puso sus dos pies en alto mar, logró caminar sobre aguas agitadas bajo un cielo tenebroso, y anduvo sobre ellas igual que su Maestro.
No hermanos, Pedro no fue cobarde, tal vez algunos de nosotros no nos hubiéramos animado siquiera a mirar el cielo o las aguas agitadas de tanto pánico y terror en nuestros corazones.
Pedro fue muy valiente, y esta hermosa historia nos demuestra que ni aún toda la valentía del universo pueden ser suficientes, para que venzamos solos en esta vida, confiando únicamente en nuestras propias fuerzas y nuestro valor…
Necesitamos MIRAR al Autor y Perfeccionador de nuestra Fe: ¡Jesucristo!
El título de esta entrada pertenece al autor de la Epístola a los Hebreos, capítulo 12-2: “Puestos los ojos en Jesús, el autor y perfeccionador de la fe”.
Y este hecho, el Mirar, Fijar la vista en Jesucristo, es la gran enseñanza que nos deja el milagro de Jesús caminando sobre las aguas.
Pedro desvío su mirada de Jesús, lo asustaron el viento y las olas. Las circunstancias alrededor nuestro nos desvían de la luz. La luz es Cristo, pero el pavor que nos producen las tribulaciones y dificultades de la vida nos hacen procurar hallar ‘esperanza’ en otros lados…
Ese fue el error de Pedro.
¿Pero acaso alguno de nosotros no lo ha hecho, y en varias oportunidades, en esta vida?
Cuántos de nosotros nos hemos desviado, aterrados, llenos de falta de fe, de incredulidad, buscando en nosotros mismos, o fuera de nosotros, la esperanza y el alivio que sólo Cristo nos puede dar…
Pedro hundiéndose, naufragando ante el pánico de las olas, el mar y el viento embravecidos, es una imagen fidedigna de nosotros ante todas las circunstancias de la vida en las que nos vemos sumergidos en las dificultades y tribulaciones. Pedro hundiéndose en el mar es igual a nosotros naufragando cada vez que nos apartamos del Señor Jesucristo, ya sea por la culpabilidad de nuestros pecados, ya sea por nuestros corazones carnales no regenerados, ya sea por todas las falsas expectativas que depositamos en el ‘poder’ de nuestras oraciones, en la ‘unción’ poderosa de prosperidad y riqueza que el ‘pastor’ nos dio en el culto dominical…
Hemos hecho de Dios, nuestro Señor y Salvador, una especie de ‘genio de la lámpara’: nos acercamos a Dios únicamente para pedir trivialidades, cosas materiales, ‘bendiciones y prosperidad en este mundo’… basta con frotar la lámpara, y pronto, ya esta el ‘genio’, pidan sus deseos…
¡Pero Dios sigue siendo Dios, y No tiene Ninguna Obligación para conmigo!
Deberíamos amarlo y adorarlo por el Sólo hecho de que ¡ES DIOS!
Pero no lo hacemos y cuando Él, en su Infinita Paciencia y Sabiduría, no nos da aquello que pedimos, nos apartamos… nos hundimos…
¡Somos peor que Pedro!
Él se asustó y dudó a causa de la tempestad, ya nosotros nos hundimos por que queremos que Dios esté a nuestra disposición…
Hermanos, en esta vida tendremos tribulaciones y enfrentaremos muchas tristezas, y es en ese momento, el momento por el cual atravesemos las dificultades del camino, ese es el momento en que no podemos apartar nuestra vista de Dios.
Por eso como dice el autor de Hebreos : “Puesto que tenemos tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe…”.
Hermanos, pongamos nuestra vista en lo que verdaderamente importa: ¡Jesucristo Nuestro Señor! ¡Nuestra esperanza!
Saludos de un hermano de fe.
Fernando Acuña.