Evangelio de Lucas, capítulo 22: Jesucristo se apresta a comer su última pascua con los discípulos. Es un momento especial para Nuestro Señor, pues sabe que pronto será traicionado y entregado a los pecadores para que lo maltraten y lo crucifiquen como a un criminal.
Ha llegado el momento de ‘confirmar el pacto eterno’ de Dios con los hombres, a través de la Sangre Preciosa de su Amado Hijo, y Cristo tiene grandes anuncios que hacerles a los discípulos que han estado con Él durante todo su ministerio público.
La ‘confirmación del pacto’ queda descrita en la última cena, cuando tomando el cáliz y el pan, repartiéndolo entre los discípulos, Jesucristo anuncia que su Cuerpo y su Sangre serán entregados como ‘ofrenda santa’ a Dios, como expiación por los pecados de todos los hombres.
Es el momento previo a su arresto, un pequeño ‘oasis’ de paz con su grupo íntimo, previo a los horrores y sufrimientos que le aguardan cuando caiga en manos de pecadores y asesinos…
En este capítulo vemos que Cristo sabe todo lo que va a suceder, y no sólo lo sabe a grandes rasgos, sino que conoce hasta los detalles de todo lo que acontecerá: manda a Pedro y a Juan a preparar la habitación dónde pasará sus últimos momentos con los discípulos; sabe dónde será y cómo se dispondrá todo para ese momento (Lucas 22:7-13); conoce al que lo traicionará y entregará a los sacerdotes del templo (Lucas 22:21); sabe que Pedro, por más que Pedro insista en su ‘lealtad hasta la muerte’, lo negará tres veces antes de que cante el gallo (Lucas 22:34); Nuestro Señor sabe que su momento ha llegado y se encuentra angustiado hasta la muerte, ora a Dios Padre fervorosamente y de su frente brotan gotas de sudor en forma de sangre (Lucas 22:39-44).
El momento ha llegado para Jesús y Él, más que nadie, sabe todo el peso que está llevado sobre sí mismo en ese momento: “Ha tomado gustosamente el lugar de la humanidad entera. La ira santa de Dios está prestes a caer sobre Él, pues Él ha tomado el lugar de los hombres, Él ha querido ponerse en su lugar y llevar sobre sí mismo el castigo justo y santo de Dios, como retribución por todos los pecados y maldades de los hombres”.
Todas las profecías bíblicas se encuentran y cumplen en este momento. El Mesías prometido en las escrituras desde antiguo, está a punto de ‘sellar la visión y la profecía’, con su sacrificio en la cruz esta a punto de ‘poner fin al pecado, la muerte y la iniquidad’.
Y por más que veamos a nuestro Señor rodeado de angustias y dolores, Él no ha dejado de orar también por los suyos.
Es un consuelo hermoso saber que Cristo conoce ‘cada detalle’ de lo que va suceder. Es un consuelo divino saber que a pesar de todo lo que está prestes ha sufrir, ‘Él ora para que la Fe de los suyos no falle’.
En este caso fue Pedro. El cometió la imprudencia de confiar en su propio corazón… (Lucas 22:33). Satanás, el enemigo de nuestras almas, ‘pidió permiso’ para ‘zarandearlos como a trigo’. Esto significaba un gran quebranto para el orgullo de Pedro. Su ‘amargo llanto’, luego de recordar las palabras de Jesús, demuestran la desolación de su alma (Lucas 22:62).
Más allí, aún sufriendo por las propias penas y dolores que tendría que llevar y soportar, vemos a Nuestro amado Salvador ‘orando para que la Fe de Pedro no fallara’ (Lucas 22:32).
Y Pedro, luego de su quebranto, fue restaurado y volvió más fuerte, más humilde y más dispuesto que nunca, no sólo a predicar el santo Evangelio, sino ahora, ya fortalecido por Cristo, ahora sí, dispuesto a entregar su propia vida por el Señor.
Hermanos: es de un consuelo enorme, indescriptible, saber que Jesucristo cuida de nosotros, de cada detalle de nuestras vidas, y más aún saber, que si, en su tormento y angustia oró, no sólo por Él mismo, sino también por los suyos, más lo hará ahora que, Sentado a la Diestra de Dios Todopoderoso, intercede por nosotros continuamente (Romanos 8:34. Hebreos 7:25).
¡Tengan confianza y Fe en Dios!
El Señor nuestro Dios, ruega continuamente por nosotros, en la Santa Presencia del Padre, para que nuestra Fe no falle. AMÉN.
Fernando Acuña.