¿Es mi ‘obediencia’ la que me salva, o serán el amor y la gracia inmerecidas en Cristo Jesús?

“Supongamos que alguien peca al desobedecer uno de los mandatos del Señor. Aunque ‘no esté consciente de lo que hizo’, es culpable y será castigado por su pecado”. (Levítico 5:17)

Que hermosa manera de empezar destrozando contra el suelo la ‘justicia propia’ de muchos que andan por ahí pensando que llevan una vida ‘sin mancha’, sin ‘rastro de pecado’, ‘absolutamente puros’…

¡Ay, qué equivocados que están!

Muchos creen que ‘gracias a su obediencia’ salvarán sus almas de la justa condenación eterna en el Gran Día del Juicio de Dios.

Muchos piensan que son ‘absolutamente agradables y aceptos’ a Dios por ‘su comportamiento’… se atreven incluso a despreciar al débil, lo juzgan como ‘contumaz pecador’, ‘irreformable’…

¡Necios! No saben lo que dicen ni mucho menos lo que hacen.

Amontonan para sí mismos brasas ardientes para el día de su juicio. Cuando el Gran Juez de todos los hombres ponga al descubierto todos sus pecados: sus pecados ocultos, sus malos pensamientos, sus malos sentimientos hacia otras personas, su desprecio por los débiles y atribulados, su oculta soberbia y jactancia propias, porque siguen ‘rituales y mandamientos de hombres’…

Lean muy bien el primer párrafo de este escrito.

Díganme ahora que aún se atreven, con blasfema audacia, a decir que ustedes están libres de todo pecado.

Algunos dirán que gracias a la ayuda del Espíritu Santo que vive en los creyentes, es posible vivir en ‘absoluta santidad’, y se atreven a decir: ¡El pecado ha quedado atrás en nuestras vidas!

Reconozco, primeramente, que es gracias al Santísimo Espíritu de Cristo, que vive en nosotros, que somos aceptados por Dios, y que ‘Dios obra y trabaja en nosotros diariamente’, ‘con miras a la santificación’ de todo su pueblo. Reconozco que ahora, gracias al Santísimo Espíritu de Dios, nosotros ‘pensamos y actuamos diferente’ a como ‘pensábamos y obrábamos’ cuando vivíamos lejos de Cristo. Reconozco que ahora, gracias a la influencia del Espíritu Santo, diariamente nuestra mente, nuestras costumbres y nuestros hábitos, son cambiados para que nuestro carácter exterior e interior, reflejen la persona de nuestro Señor Jesucristo.

Todo esto es cierto, y si no lo reconociera, yo no sería cristiano o estaría viviendo en falsa doctrina…

El Espíritu Santo ‘nos capacita’ para vivir diariamente la vida que Dios ‘ya tenía planificada’ para nosotros. Las ‘buenas obras’ que hacemos hoy, son un regalo de Dios en Cristo Jesús, y nosotros no hacemos más que recorrer el camino que ‘ya estaba planificado de antemano’ para cada hijo de Dios.

Pero hermanos, no olvidemos que la santificación es un PROCESO. Es más, es el Espíritu Santo el que continuamente ‘nos amonesta’ por lo que decimos o hacemos. Y lo hace para que nos demos cuenta de que aún nos faltan muchas cosas por cambiar en nosotros y otras tantas por mejorar y quitar de nuestras vidas… ¿Y eso que significa?

¡Que aún pecamos y fallamos diariamente!

Deben entender que aquellos que les digan a ustedes que han ‘desterrado el pecado de sus vidas’, ¡esos mismos morirán en sus pecados!

Son como aquél fariseo, en el evangelio Lucas 18:11:

“Te agradezco, Dios, que no soy como otros: tramposos, pecadores, adúlteros. ¡Para nada soy como ese cobrador de impuestos! Ayuno dos veces a la semana y te doy el diezmo de mis ingresos”.

Estas personas que aman y alaban su propia justicia, no se conocen a sí mismos, ni entienden lo que implica la justicia de Dios.

¿Acaso saben la cantidad de pecados que cometen diariamente, sin que siquiera se den cuenta de ellos? ¿Y piensan que su ‘obediencia’ será suficiente para salvarlos de la ira?

¿Se atreven a desechar el amor y la gracia de Dios en Cristo Jesús?

Déjenme volver a preguntarles, ¿leyeron bien el primer párrafo de este escrito?

Allí se dice que «EL QUE COMETA CUALQUIER INFRACCIÓN CONTRA LOS MANDAMIENTOS DEL SEÑOR, SIN IMPORTAR SI ESTÁ CONSCIENTE O NO DE ELLO, PAGARÁ IGUAL POR SUS PECADOS». ¿Ustedes todavía se atreven a presentar sus buenas obras o su obediencia como garantías de salvación ante el Señor?

Somos aceptados en Jesucristo nada más. Nunca ‘hicimos nada’ que pueda cambiar nuestra situación, y por más que es muy cierto, y lo reconozco, el Espíritu Santo nos capacita día a día para poder  decir NO al pecado, todavía nos falta muchísimo camino por recorrer y no podemos presentarnos a Dios confiando en nuestra ‘obediencia’.

Hermanos, Dios nos ve a través de Jesucristo. La obra, el sacrificio y la vida de obediencia de Cristo, es lo que se nos atribuye por nuestra propia justicia. «Tenemos la justicia de ‘Otro’», ese “Otro», es el Señor Jesucristo, Él fue el Único que pudo cumplir cabalmente la Justa Ley de Dios.

¡NO SE ATREVAN A CONFIAR EN USTEDES MISMOS!

Depositen toda su esperanza solamente en Cristo. Pues de lo único que ustedes deben estar plenamente convencidos, es de su PROPIA IMPOTENCIA para salvarse a ustedes mismos.

Hermanos, nuestra Fe es un Regalo de Dios (Efesios 2:8), eso quiere decir que Hasta el DON DE CREER NOS FUE REGALADO. No podemos jactarnos de nada (Efesios 2:9).

Nuestra Fe es como un Grito desesperado a Dios, arrojados a los pies de Cristo, le decimos: “Sálvanos Señor Jesús, por tu gracia y tu bondad inmerecidas, pues nosotros nada podemos hacer por nosotros mismos”.

Hermanos busquen entender la palabra de Dios. Si alguno no la entiende, pida a Dios Sabiduría, y Él dará a todos Gustosamente sin Negarles nada (Santiago1:5).

Que Dios los bendiga diariamente, enseñándoles la sana doctrina que nutre sus mentes y espíritus. Amén.

Fernando Acuña.

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