Queridos hermanos, vivimos tiempos difíciles, y tal vez inéditos, entre nuestra generación. Nunca nos había tocado lidiar con circunstancias de estas características y, por esto mismo, muchos de nosotros estamos aturdidos y desconcertados. Me bastó con husmear un poco en algunos foros y blogs para darme cuenta que muchos están diciendo por ahí que esto es una ‘señal’ del ‘fin de los tiempos’.
Pero considero que para nada esto es así hermanos. “Les rogamos, hermanos, que no se dejen confundir tan fácilmente”, palabras del Apóstol Pablo (2 Tesalonicenses 2: 1-2).
Repito yo, no se dejen confundir por aquellos que, detrás de su encendida retórica apocalíptica, esconden su más vil deseo de esquilmarlos, hablando sin eufemismos: ¡desean robarlos descaradamente!
Muchos en diversos lugares están buscando únicamente su propia ganancia, como lo han hecho siempre a lo largo de la historia. Miren: en la “iglesia Universal” (creo que todos la conocen), les están dando a los fieles en la puerta el “alcohol en gel ‘ungido y bendecido’”… saquen ustedes sus propias conclusiones.
Los que buscamos a Dios a través de Jesucristo, deseamos que el Señor, en su misericordia, nos llene de su Espíritu Santo, de su amor y sabiduría. Nosotros en estos tiempos difíciles necesitamos todas estas cosas pues ellas significan esencialmente la unción de Dios, poder, conocimiento y misericordia. Y fíjense hermanos qué necesitados estamos todos en la iglesia de la ‘unción divina’, la ‘marca’ de nuestra elección, tener con nosotros el bendito Espíritu Santo; qué necesitados estamos del conocimiento y discernimiento verdaderos, que sólo pueden provenir del Altísimo, para que nadie nos engañe, nos mienta y fácilmente nos desvíe; y demás está decir que necesitamos a diario que Dios nos llene de su amor, y que este mismo amor nos sane de todas nuestras heridas, y a su vez nos ayude a amar al prójimo verdaderamente, en momentos en los cuáles la solidaridad con nuestros hermanos que están pasando dificultades, debe ser una de las cualidades más visible y tangible en cada ‘cristiano verdadero’.
Hermanos conocida es por ustedes la situación que se vive actualmente en todo el mundo a causa de esta pandemia, covid 19, que está confinando a las personas en sus casas, impidiéndoles de salir inclusive a trabajar… Pienso que lo peor no son solo los efectos mortales que este virus tiene sobre adultos mayores y niños con enfermedades respiratorias previas, sino las catastróficas consecuencias económicas que dejará a su paso, así que esta ‘turbulencia temporal’ pase. Ya son miles las empresas que cierran en todo el mundo y otras anuncian anticipadamente su inminente quiebra. Por esto, pienso que después que pase la preocupación con los daños propios del virus, nefasto y maligno, nos tendremos que enfrentar a una compleja realidad que estará marcada por otro mal, no menor al que enfrentamos ahora: desempleo, pobreza y miseria…
¡Qué complejo y difícil panorama nos depara el futuro inmediato! ¡cuántas angustias esperan, a la vuelta de la esquina, a millones de hombres y mujeres en todo el mundo!
Es en este momento que les pido a ustedes hermanos que leen estas líneas, estén donde estén, en cualquier parte del mundo: permitan que Dios toque sus corazones y, todos juntos, roguemos por su misericordia, para que su amor nos ‘ayude a ayudar’ al prójimo.
Hermanos, en este día, Dios condujo mi corazón y me puso en contacto con artículo, que es en el que me inspiró para dejarles estas líneas de aliento y consuelo.
El artículo en cuestión es una carta que Martín Lutero escribió a los habitantes de Wittenberg, con ocasión de la ‘Peste Bubónica’, cuyo brote asolaba esta ciudad alemana en agosto de 1527.
En esta carta Lutero expone las razones por las cuales el cristiano verdadero debe esforzarse y demostrar, con toda ‘prudencia’, que las circunstancias difíciles del momento, no deben ahogar la fe y la misericordia, propias de todas las personas que profesan la fe de Jesús.
Ustedes ya habrán oído hablar de la Peste Bubónica, enfermedad cruel y devastadora, transmitida por la bacteria Yersinia Pestis. Es propagada por las pulgas que, al infectarse con ratas que portan el virus, luego contagian al ser humano al picarlo. Esta terrible enfermedad tuvo sucesivos brotes a largo de la historia, siendo 3 de ellos, los más importantes por la cantidad de personas que murieron: la plaga de Justiniano en el siglo VI; la llamada Peste Negra en el siglo XIV, y un último brote a mediados del siglo XIX.
La llamada ‘Muerte Negra’ acabó con la vida de ‘un tercio’ de la población europea… Millones de seres humanos murieron a causa de este virus en todo el mundo. En Europa se estima que perecieron más de 25 Millones de personas en tan solo 6 años (1346-1352). Se sobreentiende el pavor que sentía la gente cuando acudió al consejo del gran Reformador Martín Lutero.
El momento que vivimos hoy no puede compararse en el sentido de la gravedad de la enfermedad y su coste en vidas humanas, más las directrices y enseñanzas que Lutero dispensa a los habitantes de Wittenberg acosados por esta plaga, bien nos sirven a nosotros para saber qué hacer en este momento. Mi intención aquí no es describirles toda la carta, que lleva el título: “Sobre si se debe huir de una plaga mortal”, sino solamente y a modo de síntesis, resumir a grandes rasgos los consejos que Lutero da a las personas que enfrentaban tan grande tribulación. Él también la enfrentó y puso su casa a disposición de los enfermos, juntamente con su esposa Katharina Von Bora.
Lutero se apoya en 3 versículos bíblicos para llamar a los cristianos a ‘cuidarse unos a otros’.
Cita 1ª de Timoteo 1:5-8: “El que no provee para los suyos, y sobre todo para los de su propia casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo”.
Hermanos, más que nunca en estos momentos en que todas las personas en muchos países del mundo se encuentran en cuarentena, encerrados en sus casas, acordémonos especialmente de que muchas familias, amigos, vecinos, conocidos y no tan conocidos, no tienen el sustento diario y están pasando grandes dificultades para poner alimento en sus mesas, tanto para los adultos como para sus hijos pequeños. Tengamos misericordia unos de otros, empatía, por lo menos con los más necesitados, ayude quién se encuentre en condición de ayudar. No hagan como muchos que acaparan cosas que no van a utilizar, creen que su avaricia y ambición los va a salvar. ¡Falsas esperanzas! ¡Sólo Dios en el nombre de Jesús nos salva!
En aquel momento la gente consultaba a Lutero si debían, si era legítimo que un cristiano huyera ante tal situación. Lutero citó este versículo y los llamo a la acción solidaria, a no mirar cada uno su propio bien, sino que cada quién desempeñara el papel que le correspondía. El médico que no huyera sin dejar a alguien que estuviera en condición de suplirlo, al siervo lo llamó a no olvidar su contrato con su amo, a las autoridades y jueces los conminó a quedarse y mantener el orden público y las instituciones. Todos tenemos un rol, ninguno está libre de obligaciones y, sin embargo, el cristiano verdadero, hace todas estas cosas de corazón.
Lutero cita también la epístola de 1ª de Juan 3:15-17: “Todo el que odia a su hermano es un asesino, y ustedes saben que en ningún asesino permanece la vida eterna. En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos. Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él?”. Esta es una exhortación a no ser hipócritas.
Debemos ‘ayudar’, no sólo con ‘palabras’… De nada sirve mirar el mal y no actuar.
Ahora, no olviden una palabrita muy importante con la que comencé este breve análisis de esta carta de Lutero: “Prudencia”. ¿Y qué significa ‘prudencia’ en estos momentos? Pues lo mismo que pedía Lutero en aquél entonces: que cada uno ayude en la función y puesto que le cabe desempeñar, de todo corazón y dando lo mejor de sí. Mas que también cada uno sepa velar, sepa cuidarse a sí mismo. Y nosotros hoy podemos ser prudentes, tal y como las autoridades nos piden: debemos respetar la cuarentena y quedarnos en nuestras casas. Por el bien de nuestras familias. Es un virus que complica mucho a personas mayores y aquellos que padecen enfermedades previas. Si estas protestando por tu libertad y te molesta el ‘encierro’, mejor preocúpate por la salud de los moradores de tu propia casa: padres, madres, hijos, hijas, niños chicos, adultos mayores. Muchos desoyen a las autoridades y andan buscando complicarse la vida, y no solo la suya, sino la de su propia familia. ¡Obedece! Recuerda: “Al malvado lo atrapan sus malas obras; las cuerdas de su pecado lo aprisionan. Morirá por su falta de disciplina; perecerá por su gran insensatez”. Proverbios 5:22-23.
Y con esta última cita de la carta de Lutero doy final a este escrito: Salmo 41:1-3: “Dichoso el que piensa en el débil; el Señor lo librará en el día de la desgracia. El Señor lo protegerá y lo mantendrá con vida; lo hará dichoso en la tierra y no lo entregará al capricho de sus adversarios. El Señor lo confortará cuando esté enfermo; lo alentará en el lecho del dolor.”
Esta es una cita para todos los que enfrentan ‘cara a cara’ este terrible mal. Pienso en todos los trabajadores de los servicios esenciales: cadenas de distribución de alimentos, salud, transporte, etc. La vida no puede ‘detenerse’ totalmente. Mucha gente debe seguir en las calles, cumpliendo con su función, tratando con personas tal vez infectadas, pero deben mantenerse ahí. A ellos el Salmista les dedica estas palabras; para ustedes, nosotros les dedicamos estas palabras: Gracias por estar ahí, gracias médicos; personal de los supermercados, almacenes, farmacias; gracias a los que se encargan de llevar a sus trabajos a miles de personas cuyas tareas son esenciales. ¡Muchas Gracias! ¡El Señor nuestro Dios está con ustedes!
Gracias por dar cada día lo mejor de sí.
Lutero en aquél entonces consolaba a los hermanos cuyas tares eran vitales, de esta manera, con las escrituras. Con la palabra de Dios. Los animaba a luchar sin temor. Como una muestra de fe, prudentes sí, más sin temor. De la misma manera pido hoy a ustedes, mis hermanos de fe, la misma actitud y disposición mental que tenían las personas que en aquel lejano 1527, se enfrentaban con tesón a esta dura prueba. ¡Juntos vamos a vencer!
Ahora, a los que les dicen que por causa de estas cosas ‘está cerca el fin de los tiempos’, desde ya les pido que rechacen como falsa toda palabra y pretensión de este tipo. Muchas cosas deben suceder aún para que se cumplan todas las cosas que están determinadas en las escrituras. Pero es tema para otra ocasión.
Hermanos: les dejo un cálido abrazo, a distancia, lo ameritan los tiempos que vivimos. Tengan fe y sean solidarios. No olviden el amor y la paciencia de Dios para con todos y cada uno de nosotros. No pierdan la Fe y confíen en el amor Cristo. Amén.
Fernando Acuña.