Hermanos: el tema que quiero compartir con ustedes hoy no necesita grandes introducciones. Es por ustedes muy conocido, ya que llevamos siglos debatiendo las mismas cosas.
Hoy en día, a diferencia de antaño, las podemos hablar libremente, sin consecuencias dramáticas para nuestras vidas. Cualquiera que haya estudiado o leído un poco sobre la Reforma Protestante del siglo XVI, sabe muy bien que las discusiones teológicas terminaban, generalmente, muy mal: excomuniones, prisiones, torturas y hogueras, eran el saldo de ‘no amoldarse’ a las opiniones ‘ortodoxas’, tanto de católicos como de protestantes… Que si los sacramentos deberían adoptarse en su totalidad o rechazarlos a todos por igual; «que si consubstanciación o transubstanciación; que si bautismo a los infantes; que si la cena del Señor es ‘sacramento’ o nada más que símbolo, recordatorio de la pasión y obra de Jesús; que si la salvación es solamente ‘por gracia’ sin obra alguna; que si debemos seguir tomando como regla de vida la ley de Moisés; y el más espinoso asunto, el que generó más rechazos, más desencuentros, más divisiones, más miedos, inclusive, pánico: ¡la Predestinación!
De todos estos asuntos, que por siglos han generado acalorados debates en las internas de las más diferentes confesiones religiosas, sólo quiero hablar de este último, la predestinación.
¿Estamos los seres humanos ‘predestinados’, unos para salvarse y otros para perderse?
Hermanos ¿fuimos ‘elegidos’ por Dios desde ‘antes de nacer’?
Cuando me encuentro haciéndome estas preguntas, cuando leo sobre aquellas acaloradas discusiones de los más inminentes doctores de la Iglesia y teólogos reformistas: iniciando con San Agustín, Pelagio, y continuando con Calvino, Lutero, Arminio (entre otros), buscando ellos, desesperadamente, ‘adaptar’ sus mentes y sentimientos a tan avasallante afirmación, con el desespero de los oyentes que, ávidos como estaban por respuestas, los miraban como si aquellos hombres estuvieran ‘inventando cosas nuevas’…
No deja de asombrarme hermanos el desconocimiento que tiene el pueblo de Dios de su Palabra. ¡Si tan sólo leyéramos la biblia!
Nos daríamos cuenta que las respuestas a todas nuestras dudas están en la palabra de Dios.
La respuesta a las dudas de los creyentes de aquella época, y de los actuales, que aún no quieren aceptarla, fue dada por el mismo Apóstol Pablo hace DOS MIL AÑOS.
No soy ‘yo’ el que lo dice, o el que quiere ‘interpretarlo’ de esa manera, es el mismo Apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo el que lo dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él ‘antes de la fundación del mundo’, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor ‘habiéndonos predestinado’ para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad…” (Efesios 1: 3-5)
Aquellos acalorados debates teológicos de los primeros siglos de era cristiana y posteriores también, siglo XVI, no deberían tener lugar, si el hombre, en mi opinión, fuera más sumiso a la autoridad de Dios.
Si el hombre sometiera libremente su mente y su corazón a la palabra de Dios, entonces, muchas bocas se habrían cerrado inmediatamente, callarían pues nada hay que quitar, ni aún añadir, a lo que está escrito en la palabra de Dios. ¡La palabra de Dios es clara y contundente!
Los que todavía se obstinan en contradecir esto buscando vericuetos, dando lúgubres interpretaciones a lo que dice la palabra, sacando mucha cosa de contexto, que vuelvan al texto de Romanos capítulo 9: 10-24.
Nada de esto sorprende pues el mismo Pablo tuvo que dar explicaciones en aquellos tiempos, pues muchos dudaban y tachaban de ‘injusto’ a Dios.
De esto nos da testimonio la citada epístola a los Romanos, capítulo 9. El Apóstol pregunta y él mismo se responde, zanjando toda discusión: “Solo los hijos de la promesa son considerados hijos de Abraham; pues Dios había prometido: «Volveré dentro de un año, y Sara tendrá un hijo».
Ese hijo fue nuestro antepasado Isaac. Cuando se casó con Rebeca, ella dio a luz a mellizos. Sin embargo, antes de que nacieran, antes de que pudieran hacer algo bueno o malo, ella recibió un mensaje de Dios. (Este mensaje demuestra que Dios elige a la gente según sus propósitos; él llama a las personas, pero no según las buenas o malas acciones que hayan hecho).
Se le dijo: «Tu hijo mayor servirá a tu hijo menor». Como dicen las Escrituras: «Amé a Jacob, pero rechacé a Esaú».
¿Estamos diciendo, entonces, que Dios fue injusto? ¡Por supuesto que no!
Pues Dios le dijo a Moisés: «Tendré misericordia de quien yo quiera y mostraré compasión con quien yo quiera». Por lo tanto, es Dios quien decide tener misericordia. No depende de nuestro deseo ni de nuestro esfuerzo. Pues las Escrituras cuentan que Dios dijo a faraón: «Te he designado con el propósito específico de exhibir mi poder en ti y dar a conocer mi fama por toda la tierra». Así que, como ven, Dios decide tener misericordia de algunos y también decide endurecer el corazón de otros para que se nieguen a escuchar.
Ahora bien, ustedes podrían decir: «¿Por qué Dios culpa a las personas por no responder? ¿Acaso no hicieron sencillamente lo que él les exige que hagan?».
¡No, no digan eso!
¿Quién eres tú, simple hombre, para discutir con Dios? ¿Acaso el objeto creado puede preguntarle a su creador: «¿Por qué me has hecho así?»? Cuando un alfarero hace vasijas de barro, ¿no tiene derecho a usar del mismo trozo de barro para hacer una vasija de adorno y otra para arrojar basura?
De la misma manera, aunque Dios tiene el derecho de mostrar su enojo y su poder, él es muy paciente con aquellos que son objeto de su enojo, los que están destinados para destrucción. Lo hace para que las riquezas de su gloria brillen con mucha más intensidad sobre aquellos a quienes les tiene misericordia, los que preparó de antemano para gloria. Y nosotros estamos entre los que él eligió, ya sea del grupo de los judíos o de los gentiles…
¿Hay algo más para agregar a todo esto hermanos? Vuelvo a preguntar, como lo hizo Pablo en aquél entonces ¿Acaso es Dios injusto?
¡DE NINGUNA MANERA!
De ningún modo hermanos míos es Dios injusto: “De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, Y venzas cuando fueres juzgado”. (Romanos 3:4)
El problema radica en nosotros: nosotros no entendemos, nosotros somos de dura cerviz, nosotros pensamos que Dios debe actuar en conformidad con nuestros deseos y razonamientos. Olvidamos que los caminos de Señor no son nuestros caminos ni sus pensamientos son nuestros pensamientos.
¡Somos limitados! ¡Somos muy pequeños! ¡Somos miserables!
Debemos entender que Dios, nuestro Dios, es el gran Rey de Reyes, creador de todo el Universo, de todo ser viviente; todo le pertenece, la vida, la muerte, el tiempo; el señor es Dueño Único de todo. Suyas son las leyes que gobiernan el universo y los hombres.
Nosotros no podemos ‘moverlo’ a nada.
¡Él no nos necesita!
Por esto mismo dice a Moisés: “Tendré clemencia de quien yo quiera tenerla y seré compasivo con quien yo quiera serlo”.
Nadie lo puede obligar a nada. Él nos oye sí, Él siempre oye la oración… pero no está obligado a concedernos nada, ni en el tiempo ni en la forma en que se lo pedimos… ¡Él sencillamente hace lo que quiere!
¿Quiénes somos nosotros para contender con Él?
Si Dios decide elegir a unos y dejar de lado a otros, es SU DESICIÓN.
“AÚN NO HABÍAN NACIDO, NI HECHO NADA BUENO O MALO, Y ÉL DECIDIÓ: ¡EL MAYOR SERVIRÁ AL MENOR!”.
¡DIOS PUEDE HACER LO QUE SE LE DE LA GANA CON LO SUYO! ¡TODO LE PERTENECE!
Pero aquí entramos nosotros con nuestros argumentos, con nuestras pareceres, y creemos que podemos ‘llamar a Dios a entrar en razón con nosotros’… Por eso muchos dicen y argumentan erróneamente que la salvación es una ‘elección personal’, que está al alcance de todos… Hermanos, es Dios el que nos llama, es Dios el que elige a los suyos, recuerden: “Muchos son llamados, y pocos escogidos”. (Mateo 22:14)
Por eso muchos contradicen la palabra de Dios, en su intento desesperado por parecer más ‘tolerantes y abiertos’… No sólo el Papa de Roma, sino también muchos ‘evangélicos protestantes’ dicen que el infierno no existe. Un Dios de amor, dicen, no crearía un lugar tan espantoso así…
Hermanos, hacemos a Dios mentiroso… Lean los evangelios, Jesucristo lo dice en infinidad de veces: “Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando viereis a Abraham, y a Isaac, y a Jacob, y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros excluido”. (Lucas 13:28)
‘Entonces el rey dijo a los sirvientes: “Atadle las manos y los pies, y echadlo a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes”’. (Mateo 22:13)
“Y al siervo inútil, echadlo en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes.” (Mateo 25:30)
Y podría seguir hasta el cansancio si quisiera. Es sólo leer las escrituras hermanos míos.
En un mundo en el que la libertad se ha transformado en libertinaje, no somos más buenos apoyando ‘causas buenas según el mundo’.
Hermanos: ‘no seamos tolerantes según el mundo’.
Sé que muchos se van a ofender, pero lo que la palabra de Dios condena, no lo va a cambiar mi actitud condescendiente… No puedo querer agradar al mundo con mi ‘mente abierta, tolerante e inclusiva’, sin darme cuenta que estoy yendo contra la palabra de Dios: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte”. (Proverbios 14:12)
Hermanos, les doy un ejemplo, yo no juzgo al homosexual, Dios, que está por encima de todos nosotros que se encargue de hacerlo, ni tampoco condeno a nadie, pero no tengo que aceptarlo, no tengo que decir que está bien, ¡No!
No podemos contradecir la palabra de Dios, ella es clara, y lo que ella condena no lo podemos cambiar nosotros, a no ser que cambiemos de bando, claro está…
Hermanos, en este asunto en particular, la predestinación, nos cuesta aceptar la SOBERANÍA DE DIOS. Somos muy duros de corazón y queremos que Dios obre en consecuencia con nuestros deseos.
Somos nosotros los que tenemos que doblegarnos a la AUTORIDAD Y VOLUNTAD DIVINAS.
La palabra de Dios es UNA E INDIVISIBLE. No cambia no varía con el paso del tiempo. DIOS ES EL MIMSO AYER Y HOY Y PARA SIEMPRE, dice la palabra.
Muchas Iglesias están claudicando de la verdadera palabra de Dios. Se ‘amoldan al mundo’, quieren permanecer ligados a la palabra y al mismo tiempo dar una imagen ‘abierta y tolerante, inclusiva’… Hasta Iglesias con pastores homosexuales vemos hoy en día, es aberrante hermanos. ¡El grado de locura de la humanidad!
Lo que la palabra de Dios condena, claramente, no lo van a modificar muchas mentes retorcidas con su errónea actitud…
Hermanos, sometamos nuestras mentes y corazones y a la palabra de Dios.
Nuestros antepasados ‘nada inventaron’: ¡ELEGIR A SUS SIERVOS SIEMPRE FUE UN ATRIBUTO DIVINO! A Jacob amé pero a Esaú aborrecí…
Sólo Dios puede decidir de quiénes quiere servirse.
Que Yo no entienda sus propósitos es otra cosa.
Dios los bendiga con conocimiento, sabiduría y mansedumbre. Es el deseo de su hermano y servidor.
Fernando Acuña.