¡Héroes de la vida!

Hermanos, ¡con qué hermosa historia me depare esta mañana!
Hurgando, leyendo, buscando siempre un haz de luz, una chispa de bondad en este mundo lleno de dolor, corrupción, sufrimiento, muerte y maldad, me encontré esta soleada mañana de invierno, con una historia de vida que me conmovió muchísimo.
La protagonista es una Polaca llamada Irena Sendler, nacida el 15 de febrero de 1910 en Varsovia. Mujer valiente, llena de personalidad y coraje, Irena supo dar lo mejor de sí para salvar a cientos de niños de una muerte segura, a manos de una de las mayores plagas que asolaron la tierra en toda su historia: ¡la tiranía nazi!
Hermanos, tener un corazón puro es un regalo de Dios. Y ya desde pequeña Irena sendler supo amar al prójimo de manera desinteresada. Su padre había hallado la muerte tratando a pacientes enfermos de Tifus, en su mayoría de origen Judío. Ella aprendió a amar y a entregarse abnegadamente por personas a las que no conocía, a las que nada debía, y en tiempos en los cuáles la sola mención del nombre ‘Judío’ era considerada un crimen.
Tiempos difíciles aquellos en los que le toco vivir a esta heroína de la vida en un mundo de crueldad, guerra y muerte.
Difícilmente hallaremos en la historia de la humanidad tiempos tan complejos, racismos tan absurdos, crueldades tan grandes. Las personas a las que les toco ver y vivir en carne propia tanta maldad, el demonio hecho hombre en los cuerpos y mentes de millones de personas (los soldados Alemanes llevaron a la práctica lo que tanto sus dirigentes políticos como su pueblo deseaban), están marcadas al rojo vivo, y los descendientes de estos supervivientes, las generaciones de posguerra, que seguramente escucharon por boca de sus progenitores la barbarie que soportaron, tienen el más vivo y valioso testimonio de lo que la maldad del hombre ha causado y todo lo que se ha destruido y perdido en tan poco tiempo.
En los años anteriores a la ocupación Alemana de Polonia (1939), Irena trabajaba como enfermera en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia. En el área de los comedores comunitarios trabajo incasablemente ayudando a alimentar a miles de personas en estado de calle, huérfanos, etc.
Su gesta heroica, su entrega personal y absoluta, comienza con la creación del Gueto de Varsovia por la administración Nazi que ocupaba Polonia.
Horrorizada por las condiciones de vida de miles de personas que eran obligadas a vivir de manera infrahumana, Irena inclusive llevó sobre su brazo la ‘estrella de David’, brazalete que era obligatorio llevasen como signo de ‘distinción’ todos los judíos del gueto.
Terribles son las imágenes que de estos guetos, desparramados por toda Europa, nos llegan a través de fotos de la época. Niños, ancianos, mujeres y hombres nos escandalizan con rostros de sufrimiento, dolor… difícilmente se podrán encontrar las palabras adecuadas para describir el dolor y sufrimiento causados por la ideología nazi.
Y lo peor de todo esto es que las personas que habitaban estas enormes ‘cárceles’ sabían que su muerte era segura: si no llegaba por causa de las enfermedades, sería de inanición, y si de hambre no morían, serían transportados en trenes a campos de concentración, en los cuales los hombres que aún estaban sanos y en condiciones trabajarían hasta la muerte, ya las mujeres y los niños serían conducidos directamente a las cámaras de gas…
Conmovida hasta las entrañas por estos ‘cargamentos de la muerte’ que hacían los trenes nazis, Irena decide intervenir de manera subrepticia y salvar a tantos niños como pueda. Con un permiso y una credencial de la oficina sanitaria, enmascara sus acciones y se presenta ante las autoridades que custodiaban el gueto como una enfermera que luchaba contra la expansión de enfermedades contagiosas. Ella, junto a otras colaboradoras anónimas, se dedicó a sacar fuera del gueto a tantos niños como podía.
Todos los medios le eran útiles para alcanzar dicho fin: cientos de niños fueron rescatados y sacados fuera del gueto en bolsas de basura, cargamentos de mercancías, bolsas de papas, ambulancias como pacientes con tifus, inclusive ataúdes…
Es muy famosa la historia de supervivencia de la niña Elzbieta Ficowska, de cinco meses, transportada fuera del gueto en un cajón con agujeros para que entrara el aire, en un vagón tirado por un caballo, junto a un cargamento de ladrillos. Junto a las ropas del bebe, la madre de Elzbieta escondió una cuchara de plata con el apodo de la niña y su fecha de nacimiento. Elzbieta fue conocida posteriormente como ‘la niña de la cuchara de plata’.
Fueron tantas las dificultades y tormentos vividos por Irena Sendler, no sólo transportar fuera del gueto a los niños, sino conservar sus identidades para que las madres supervivientes pudieran encontrarlos posteriormente. Con este cometido ideo un archivo que escondió en dos frascos de vidrio y enterró en el jardín de su vecina para asegurarse que se preservarían las identidades de los niños rescatados.
Mientras realizaba esta ‘operación de salvataje’ Irena fue detenida por la Gestapo. La policía secreta Alemana la detuvo en una mazmorra y la sometieron a una terrible tortura durante muchos días. En todo este período de sufrimiento y dolor Irena se negó a entregar el nombre los niños a los que había salvado y las identidades de sus colaboradoras. Condenada, fue sentenciada a muerte, logrando salvarse de tal infame destino gracias al soborno pagado a los soldados que debían ejecutarla, que la dejaron escapar y luego colocaron su nombre entre los polacos ejecutados…
Es esta mujer una heroína del destino, un ser maravilloso utilizado por Dios en su infinita bondad, para llevar salvación a muchos que, ciertamente, si no fuera por su coraje, valor y entrega, habrían muerto cobardemente a manos de asesinos racistas y enfermos. Se estima en más de 2500 los niños sacados de los guetos por Irena Sendler.
Pasaron los años y muchos de aquellos niños y niñas salvados por ella reconocieron su rostro, y con palabras de agradecimiento, colmaron sus últimos años con mucho amor.
Muchos honores, nombramientos y una candidatura al Premio Noble de la Paz (2007), no movieron el ánimo de esta maravillosa mujer: “Esos actos fueron la justificación de mi existencia en la tierra, y no un título para recibir la gloria”.
Irena Sendler falleció a los 98 años de edad en Varsovia el 12 de mayo de 2008.
Una historia maravillosa, no tanto como su protagonista, quién nos arroja un hilo de esperanza, de fe, de abnegación, entrega y amor por la vida humana, sin importar su condición, nacionalidad, religión, etc.
Ojalá nuestro Señor Jesucristo nos dé un corazón como el de esta mujer y seamos como ella agentes de luz en un mundo repleto de tinieblas.
Bendiciones en Cristo Hermanos.
Fernando Acuña.

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