Hermanos de fe que están esparcidos por los cuatro puntos cardinales: les mando un saludo cariñoso en Cristo.
El día de hoy, estuve leyendo a un predicador Inglés del siglo XIX llamado J. C. Ryle. Es un campeón del evangelio al estilo de la ‘vieja escuela’, y de una Nación que nos ha dado además, a hombres eminentes, tales como Charles Spurgeon, Matthew Henry, C. S. Lewis, entre otros, por citar nada más a lo que yo he leído.
Entre las tantas obras de John Charles Ryle, una en especial, llamada ‘Santidad’ (disponible de forma gratuita en internet para que cualquiera la pueda consultar), es una fantástica Obra y de mucha riqueza espiritual. En ella se expone de manera concisa el camino que debe proseguir el ‘cristiano genuino’, el ‘creyente verdadero’ y, especialmente, se describe el ‘proceso de santificación’, como: batalla, conflicto, guerra, etc.…
No se habla de conflicto, batalla o guerra, al estilo mundano, con ‘armas reales’, con agresividad, violencia hacia otros hombres o hermanos, no. Se habla de ‘guerra’ en forma ‘espiritual’. Porque las ‘armas’ del cristiano, como dice Pablo: ‘No son carnales’, ‘sino Espirituales’, porque tampoco tenemos lucha contra ‘carne y sangre’, sino contra ‘potestades espirituales, contra los gobernadores de este mundo de maldad’ (Efesios 6:12).
En el capítulo IV de este libro (Santidad) se habla de ‘LA PELEA’. Aquí se describe esa batalla interna que sostiene el ‘cristiano genuino’. Ahora ustedes se preguntaran por qué uso la expresión: ‘Cristiano genuino’ o ‘Creyente verdadero’. La uso porque estoy cansado ver ‘religiosidad’, formas externas de piedad… Se quiere ‘aparentar’ mucho, exteriorizar mucho… Pero eso no es garantía de salvación, ni mucho menos de santificación. Si concurrir a una iglesia me garantizara a mí la salvación, si cumplir externamente con ciertos rituales, una o dos veces a la semana, me hiciera ‘más santo’, concluyo que todas las iglesias estarían llenas de ‘santos’…
Pero mmm… sospecho que esto no es bien así.
Hermanos: todo lo que han leído aquí, en este pequeño rinconcito que hice para describir mis experiencias y compartir con ustedes todo lo que Dios me enseñó a lo largo de estos años, todo esto, fue hecho en silencio…
Yo, Fernando Acuña, nunca me congregue. Yo no sé qué es entrar a una iglesia. Me bautizaron como católico, pero yo era pequeño y no tenía conciencia de lo que me hacían… Luego, como suele ocurrir en muchas ocasiones, nunca más concurrí, nunca tome comunión, ni tampoco consulte con sacerdote, cura o pastor evangélico alguno en mis 35 años de vida. ¡Dios sabe que no miento!
Tal vez les parezca extraño que hablé de Jesucristo, de profecías, de la biblia y de todos estos asuntos de manera tan suelta… No lo digo con soberbia, de hecho, yo sé que nada de esto se debe a ‘mi propia sabiduría’… yo estoy seguro de que Dios, quién me llamó en Cristo Jesús, es el que me muestra todas estas cosas. Por lo tanto, no me jacto en mí mismo, sino antes alabo la misericordia de Dios.
Si pueden ustedes ver en mí, o identificar en mí, la acción de Jesucristo y la presencia de su Espíritu Santo, entonces me declaro feliz. Porque tengo presente esto cuando yo mismo analizo a alguien: “Por eso les advierto que nadie que esté hablando por el Espíritu de Dios puede maldecir a Jesús; ni nadie puede decir: «Jesús es el Señor» sino por el Espíritu Santo” (1 Corintios 12:3).
Espero que ustedes también piensen en esto, sepan disculpar mis errores y me juzguen a través del Espíritu de Jesús.
Volviendo a lo que estábamos, y para comentar brevemente algo de lo que me dejo la lectura de este hermoso libro ¿Cuál es la señal que me indica que estoy ante un ‘creyente genuino’?
¡La señal de la batalla del conflicto interno!
Todo ‘cristiano verdadero’ esta enrolado en esta batalla: la batalla contra el mundo, contra la carne y contra el enemigo de nuestras almas, el diablo.
La lectura de este libro arroja mucha luz sobre los conflictos internos del cristiano, sobre esta guerra espiritual.
Leyéndolo, pude ver la cantidad de veces que se describe en la biblia la fe verdadera como una batalla, y al cristiano verdadero como un soldado. Esa es la verdad hermanos. Nuestra Fe es genuina si logramos ver en nosotros este conflicto y a nosotros mismos como soldados que estamos de lleno en él.
Como dice J. C. Ryle, ver este conflicto en nosotros mismos puede muchas veces hacernos desesperar, sin embargo, puestos los ojos en Aquél que sostiene al creyente, Jesucristo, obtendremos consuelo para nuestras almas. Pero, más preocupante aun de cómo estamos enfrentando esta Guerra: su costo emocional, tropiezos, errores, batallas perdidas, heridas, nuestro grado de fe para enfrentarnos a todos estos peligros, etc., repito, ‘peor’ que todo esto, es no tener este conflicto en absoluto… ¡Es no sentir nada! Es seguir por el mundo, comprando y vendiendo, generando ganancias a cualquier precio, comiendo y bebiendo, divirtiéndose como si todo esto no fuera a terminar nunca, sin avanzar en nuestro deseo de ver y estar con Cristo y todos los santos; haciendo de este mundo un ‘hogar permanente’ el cual no queremos abandonar por nada… ¿No conocen a muchos que se llaman a sí mismos cristianos y se comportan así?
Viven sin sentir ningún pesar, no se duelen por nada, no quieren ni hablar de lucha, batalla, mucho menos guerra… No se privan de nada. Parece que están en ‘paz’ con el mundo y consigo mismos…
En este mundo todos tenemos obligaciones, no podemos sustraernos de nuestras propias responsabilidades, debemos trabajar, pagar impuestos, mantener una casa, una familia, hijos, son muchas las preocupaciones. Nadie los está llamando a dejar de lado todas sus obligaciones. Se les está pidiendo que no se AMOLDEN a este mundo… AMOLDARSE en este sentido es No PARECERSE, No UNIRSE, No ADHERIRSE…
Y los que se hacen llamar cristianos, pero viven CONFORME al mundo, son los que no sienten, ni ven en sí mismos este conflicto del cual hablamos aquí. Y es justamente, como dice J.C. Ryle en este libro, es este conflicto en nosotros, esta lucha sin tregua, sin cuartel, sin descanso, la que nos conduce diariamente a la santificación. Es el deseo de vernos libres de todo lo malo que aún vive en nosotros, porque aún vivimos en este cuerpo débil, y por lo tanto, la perfección parece una quimera, una ilusión, algo difícil de alcanzar… Y como somos ‘imperfectos’ debido a nuestra debilidad, entonces tenemos este conflicto. Recuerdo en este momento las palabras de Jesucristo en Getsemaní: ‘Velen y oren para que no cedan ante la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil’ (Mateo 26:41)…
Qué bien nos hace buscar el conocimiento y también compartirlo con otros hermanos de fe. Yo comparto con ustedes todas estas cosas porque quiero de alguna manera alentarlos, fortalecerlos, para que todos los que estén pasando por este conflicto, para que todos los que estén enrolados en esta batalla sepan que no están solos y que nada ‘raro’ o de ‘otro mundo’ les está sucediendo (1 Pedro 4:12). Lean las epístolas de Pablo, Santiago, Pedro, Judas… Lean también los escritos de hombres eminentes en la fe como los que nombre más arriba. Lean esta hermosa obra de Ryle: Santidad. Y en ellas verán este conflicto descrito y con lujo de detalles.
Yo sé que ustedes en algún momento se han preguntado si verdaderamente tienen en ustedes al Espíritu Santo de nuestro salvador Jesucristo. Yo también me hice la misma pregunta. He buscado textos que me indiquen las ‘señales’ de la presencia del Espíritu Santo en mí. Y quiero contarles que he encontrado y me he quedado muy sorprendido al ver como muchos hombres de fe describen la presencia cierta y la obra del Espíritu Santo a través de este conflicto que tenemos y vemos en nosotros mismos. Porque también es cierto que la duda azota al creyente verdadero.
Entonces obtenemos de Dios consuelo, y podemos saber con seguridad que por más que en muchos momentos nos sentimos atribulados y afligidos y pensamos que sólo nosotros enfrentamos todo esto, podemos estar tranquilos de que Cristo conoce nuestra lucha en contra de tantos enemigos, y que Él mismo nos da fuerzas para vencerlos. Además vemos y comprobamos que otros hermanos de fe también están en la misma batalla que nosotros.
Yo no le escribo esto al que no tiene este conflicto. Tal vez no sepa él nada de esta guerra y no este enterado que para ser santo primero hay que ser soldado…
A los que tienen este conflicto diario les pido que no se desesperen. Que se mantengan firmes y sigan peleando la buena batalla de la fe. Aquí les dejo un pedacito de esta obra de Ryle, cómo califica, tanto a los que viven este conflicto, como a los que ni siquiera saben que existe: “Podemos tener consuelo sobre nuestras almas si sabemos algo de una lucha interior y un conflicto. Es el compañero invariable de la genuina santidad cristiana. No lo es todo, estoy bien enterado, pero es algo. ¿Encontramos en nuestro corazón una lucha espiritual? ¿Sentimos algo de la carne lujuriosa contra el espíritu y el espíritu contra la carne, de modo que no podemos hacer las cosas que queremos? (Gal. 5:17) ¿Somos conscientes de dos principios dentro de nosotros, dispuestos por la maestría? ¿Sentimos algo de guerra en nuestro hombre interior? ¡Bien, gracias a Dios! Es una buena señal. Es una prueba muy probable de la gran obra de santificación. Todos los verdaderos santos son soldados. Cualquier cosa es mejor que la apatía, el estancamiento, la muerte y la indiferencia. Estamos en un estado mejor que muchos. La mayoría de los llamados cristianos no tienen ningún sentimiento en absoluto. Evidentemente no somos amigos de Satanás. Como los reyes de este mundo, no lucha contra sus propios súbditos. El mismo hecho de que nos asalta debe llenar nuestras mentes de esperanza. Digo otra vez, vamos a tener consuelo. El hijo de Dios tiene dos grandes marcas sobre él, y de estas dos tenemos una. ÉL PUEDE SER CONOCIDO POR SU GUERRA INTERIOR, ASÍ COMO POR SU PAZ INTERIOR.”
Ahora también te preguntarás: ¿y a qué viene el título de este post entonces?
“Y el que no tiene espada, venda su manto y compre una”….
Quiero que sepas hermano que este título se me vino a la mente cuando leí este libro. Esta frase de Jesucristo se encuentra en Lucas 22:36. Aquí Jesucristo está hablando con sus discípulos sobre todo lo que le sucederá. Él sabía que su muerte estaba próxima y que sus discípulos tendrían que ser valientes y prepararse para la ‘batalla’. Ahora, el pasaje es fantástico porque nos habla de “batalla espiritual” que los enemigos del reino de Dios desatarían sobre sus seguidores.
Aquí, Jesús ‘No’ les pide a sus discípulos que compren ‘espadas reales’… recuerden que las armas del cristiano no son carnales, no son de este mundo, sino espirituales. También tengan presente que más adelante, cuando Jesús va a ser apresado por los soldados mandados por el sanedrín, Pedro hiere a un soldado cortándole la oreja, y Cristo le reprende severamente: ‘Mete la espada en la vaina’.
Ellos aún no entendían que Jesús se refería al conflicto espiritual, por esto, en ese pasaje le dicen: “Mira Señor -le respondieron-, contamos con dos espadas entre nosotros.” Y Jesucristo les dijo: ¡Basta! (Lucas 22:38)
Este es el aviso, esta es la advertencia de Jesucristo para nosotros, hermanos. Mejor es que ‘vendan todo’ y compren una ‘espada’. ¡Esta espada es su palabra! Ella no se ‘compra’, no tiene precio: ¡Nos fue dada gratuitamente!
Lo que se nos quiere decir es que invirtamos todos nuestros esfuerzos en aprender a usar las ‘armas’ de Jesucristo: su amor, perseverancia, paciencia, fe… Sólo así podremos resistir los tiempos difíciles y tempestuosos que se abaten sobre todos los creyentes verdaderos. Yo quiero exhortarlos a que busquen el conocimiento. A que entiendan el camino al cual fueron llamados. Y cuando estén inmersos en la batalla, obtengan de Dios y de Jesucristo, el consuelo que los fortalezca y aliente. Recuerden que no hay peores cadenas que aquellas que el prisionero ni ve ni siente…
Por eso si ustedes sienten el peso de su miseria y de su debilidad, sólo por un momento: ¡Alégrense!
Confíen en Jesucristo. Este sentir es mejor que no sentir nada. Esfuércense y sean valientes. Más próxima está de nosotros la victoria y la salvación de cuando empezamos a creer (Romanos 13:11).
Bendiciones para ustedes y que Dios los guarde de todo mal.
Fernando Acuña.