“Y cuando vengan las pruebas, no permitas que ellas nos aparten de ti”

Hermanos: ¡cuántas pruebas, cuántas dificultades y tribulaciones tienen que soportar en su vida los creyentes verdaderos! Tienen en su contra a muchos enemigos. Por fuera, conflictos; por dentro temores…
No es fácil hermanos enfrentarse a un mundo tan cruel y corrompido.
Es un tema del cual ya he hablado antes más, nunca está demás volver a repasar una y otra vez todas estas cosas, ya que nos sirven de consuelo ante las pruebas y dificultades, y nos confirman que Dios está de nuestro lado.
Yo tengo tres biblias en mi casa: una Reina Valera de 1960; otra Reina Valera también de 1977; y una biblia traducida al lenguaje actual de 2003.
Siempre leo las tres indistintamente. Pero el texto en lenguaje actual es más sencillo y nos habla de manera más directa, se nos hace más fácil entenderlo.
Hoy, por ejemplo, abrí mi biblia traducida al lenguaje actual en Lucas 11:4. Aquí, algunos discípulos se acercan a Jesucristo y le piden que les enseñe a orar, así como Juan el Bautista lo había hecho con sus seguidores. Es la oración del Padre Nuestro, la que Jesús les enseña. En casi todas las demás traducciones de la biblia al español siempre nos encontramos con las mismas palabras: “Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén”.
La última frase se repite en casi todas las traducciones: “no nos dejes caer en tentación, y líbranos del mal”.
Pero en la traducción al lenguaje actual estas últimas palabras son: “Y cuando vengan las pruebas, no permitas que ellas nos aparten de ti”.
Son hermosas estas últimas palabras, pues, dejan al desnudo las intenciones más puras y sinceras del corazón del creyente verdadero. Jesucristo enseñó a su pueblo por medio de parábolas, ejemplos, figuras simbólicas. Estas parábolas nos hablan y mucho a cerca de la persistencia que debe tener todo creyente verdadero cuando se  ve sometido a ‘diversas pruebas’… Una de las más conocidas y la que ilustra muy bien lo que quiero enseñar aquí es la parábola del sembrador: “Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron.
Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. El que tiene oídos para oír, oiga.”
El mismo Señor Jesucristo explica la parábola de forma privada luego a sus discípulos. “Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador: Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el diablo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino.
Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.
Vemos pues que hay cuatro categorías de ‘creyentes’: los que no entienden la palabra, o la malinterpretan, no llevan fruto en el camino de la fe, el diablo, el gran enemigo, arrebata la palabra que fue sembrada en su corazón; luego está el que oye la palabra con gozo, más al venir las angustias y tribulaciones de las que hablamos, se aparta, perece y no puede desarrollar su vida cristiana, pues nunca tuvo raíz, fe, confianza, esperanza; están también los que oyen la palabra pero se ven ahogados por los afanes de esta vida, el hacerse ricos y famosos es su objetivo, y la palabra es infructuosa en estos, pues no entienden el camino al cual fueron llamados; finalmente están los que recibieron la palabra con gozo y ‘permanecieron’ en ella, llevando fruto con ‘perseverancia’. ¡Esta es la semilla que cayó en buena tierra dando fruto al ciento por uno!
Hermanos: en esta parábola así como en todas las demás, la gran enseñanza que se nos da es la de ser perseverantes, avanzar en nuestro caminar cristiano, mantenernos en la fe, asirnos de la vida eterna. Se engaña el que piensa que puede venir a Cristo y no sufrir tribulación. No entiende la palabra la persona que piensa que seguir a Jesucristo no va a tener consecuencias directas en su vida diaria en este mundo. Jesucristo fue despreciado por el mundo, sufrió persecución, sufrió con el odio injusto e inmerecido de todos los que lo rodeaban, y al fin lo colgaron en la cruz. La palabra de Dios y las mismas enseñanzas de Cristo nos advierten constantemente que en este mundo injusto y perverso, los que aman a Dios de verdad sufrirán tribulaciones y muchas dificultades. El caminar cristiano está lleno de adversidades. Sin embargo, la vida cristiana es un continuo avanzar, un continuo moverse hacia la meta, correr la carrera puesta delante de nosotros con perseverancia. Por eso tantos avisos, tantas advertencias: ‘perseverad’, sed ‘perseverantes’, ‘más el que persevere hasta el fin’… Se equivoca el que piensa que porque dijo de ‘boca para fuera’: «creo en Jesucristo», ya tiene la entrada al cielo abierta. Es verdad que lo que me da a mí la garantía de la salvación eterna es la fe en el Hijo de Dios. No estoy diciendo que la salvación ‘me la gano con mis propios esfuerzos’. ¡No! La salvación no es por obras, es por gracia, es un don, un regalo de Dios, para todos los que reciben a Cristo en sus corazones. Más hay que perseverar, debemos soportar muchos sufrimientos así como Jesucristo y todos los santos en toda la historia los han soportado. Y este es el gran desafío, esto es lo que debemos entender: “Es cierto, y todo el que quiera vivir una vida de sumisión a Dios en Cristo Jesús sufrirá persecución” 2Timoteo 3:12.
Hermanos: quiero volver al título de este breve post: esas palabras de Cristo traducidas al lenguaje actual: “Y cuando vengan las pruebas, no permitas que ellas nos aparten de ti”. Estas palabras son un hermoso consuelo y firme ancla del alma, para todo aquél que busca a Dios de todo corazón. Podré pasar por muchas pruebas y ser ‘zarandeado’, sin embargo, la esperanza de mi vida está puesta en Jesucristo: ‘No permitas mi Señor que las pruebas me aparten de Ti’. Es el pedido más sincero de mi corazón a Jesucristo. El Señor es un Padre amoroso y lleno de misericordia. Él sabe todo lo que sentimos, conoce nuestra miseria, el dolor de nuestro corazón. Recuerden que todas las cosas contribuyen para el bien de aquellos que aman a Dios.
Bendiciones en Cristo hermanos míos. Que Dios consuele sus corazones y no pierdan la esperanza nunca. Jesucristo está de nuestro lado. Amén.
Fernando Acuña.

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