Queridos hermanos, mucho tiempo atrás medite este asunto en mi corazón y me propuse ponerlo por escrito. Pero en aquél entonces enfrentaba yo tantas dificultades que no tuve ocasión de poder realizarlo. Luego obtuve de parte de Dios y de nuestro Señor Jesucristo un respiro y un alivio en mi vida… Más debo asumir que fui negligente, demasiado, debo confesarlo. No me puse manos a la obra y deje de lado lo que tenía pensado, hasta llegué a olvidarlo… ¡Cómo nos distraemos con el mundo! ¡Cómo las inquietudes de la vida nos llevan a concentrarnos en nuestros propios asuntos…!
Cuando miramos detenidamente estas cosas que nos tenían en ansiosa inquietud vemos que no eran más que vanidades, egoísmos, pasiones que volvían a adueñarse de nosotros, como fiebre repentina… ¡Más bendito sea Dios en el nombre de Jesús!
Él tiene el poder para librarnos de estas cosas y volvernos al camino correcto nuevamente. Ser cristianos es la bendición más grande del mundo y también mantenerse como un cristiano verdadero es la tarea más difícil del mundo… Alabo a Dios, el único Potentado y Poderoso, porque a pesar de nuestros errores y faltas, nunca deja de amarnos. A Él sean la gloria y la alabanza por todos los siglos. Amén.
“Hermanos, cuántas veces hemos caído en discusiones acerca de si estuvo en Roma o no, nuestro amado Apóstol Pedro. Todas ellas tienen su origen en un histórico dilema, por lo menos desde los orígenes de la reforma protestante: es el de llevarle la contra a todo lo que la Iglesia Católica Romana diga.
Necesariamente, todo lo que afirme esta “Iglesia” y sus jerarquías, debe ser considerado falso por un protestante o, por lo menos, mirado con recelo…
Todos sabemos que esta pretendida Iglesia es llamada Prostituta y Ramera en el libro del apocalipsis. Ella es la Babilonia apocalíptica, la mujer engañadora, mentirosa, saqueadora y blasfema. Esto es muy claro.
Sin embargo tantos odios nos generan los crímenes de esta corrupta institución, que somos llevados a creer que todo lo que ella afirme, fuera de la palabra revelada, debe ser mentira. Una de sus tantas tramas a lo largo de la historia para usurpar el poder de toda la cristiandad y concentrarlo en una sola persona, el Santo Padre: “el Papa”.
Saben ustedes hermanos que esta usurpación es muy antigua, y que tiene su fundamento en una aberrante “interpretación papista” de las palabras dichas por nuestro Señor Jesucristo a Pedro: Mateo 16: 13-20: …“Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».
Acorté el texto, pues quiero ir directo al asunto. Los Papistas dicen que Jesucristo fundó su Iglesia “sobre Pedro” y que por lo tanto, gracias a la imposición de manos y la “ininterrumpida sucesión”, todos los Obispos, después de Pedro (el primero), son legítimamente los dirigentes de toda la cristiandad, en virtud de este privilegio concedido por Jesucristo al Apóstol. Sin embargo, valla contradicción, algunos de los más eminentes cristianos, entre los que se encuentra San Agustín, venerado como el más grande de los “Padres de la Iglesia” y adorado como santo por los católicos del mundo entero (qué Agustín era un hombre piadoso y santo no lo pondremos jamás en tela de juicio), al dar su interpretación sobre el citado pasaje bíblico, afirma lo siguiente: “Cristo, como ves, edificó su Iglesia no sobre un hombre sino sobre la confesión de Pedro. ¿Cuál es la confesión de Pedro? ‘Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente’. Aquí está la roca para vosotros, aquí el fundamento, aquí es donde la Iglesia ha sido construida, la cual las puertas del infra-mundo no pueden conquistar”.
Como ven hermanos todo lo que los papistas pueden hacer y decir, después de esta declaración, no son más que artimañas y razonamientos tortuosos por los que pretenden hacernos creer que todo el trabajo de san Agustín apunta en la dirección de reconocer el “primado apostólico” de Pedro en el seno de la Iglesia de Cristo en la tierra, y decir que este texto esta sacado de contexto…
Pero es demasiado evidente lo inconsistente que es la pretendida primacía de Pedro en la Iglesia del Señor… y, a decir verdad, no necesitamos del testimonio de San Agustín para darnos cuenta de que la Iglesia de Cristo está cimentada en la Fe en su persona, en Cristo Jesús como el Hijo de Dios y salvador de todos los hombres.
No sobre un hombre, fuere él Pedro, o el que fuere…
¡Ésta es la verdadera piedra, Cristo, y nuestra fe en él!
No obstante, ha sido esta odiosa usurpación de los papistas a lo largo de la historia la que ha hecho que muchos cristianos enojados con tal situación se empeñaran en, primeramente, negar que sea legítima tal Primacía Romana y, luego, hasta poner en duda la estadía del Apóstol Pedro en Roma…
De esta manera, la tradición de que Pedro murió mártir en Roma y de que fue el “primer Papa” (en cuyo argumento también se basa la tradicional primacía romana), quedaría anulada y sería prueba de que la autoridad universal del papa sobre todos los creyentes no es más que un invento de hombres…
Empero esto no es así… Propongo ir más lejos hermanos, mirar con los ojos de la fe y leer la palabra de Dios con Discernimiento. Dejar que sea la palabra la que nos guíe y no nuestros prejuicios y propias opiniones.
Qué esta usurpación papista fue ocasión de sangrientas disputas, guerras, corrupciones varias, prohibición de leer las santas escrituras por el pueblo sobre la base de que el único que tiene la autoridad de interpretarlas es el “legítimo sucesor” de Pedro, es decir el Papa, y otra serie interminable de blasfemias y desviaciones… Todo esto nos desconsuela, sí.
Miles de almas perecieron en la oscuridad traída a la tierra por estos viles seres, durante siglos y siglos, hasta que el Señor, llegado el tiempo señalado, produjera la revolución que puso fin a todo este tormento: la reforma protestante.
Todos sabemos que la primacía del papado romano es falsa; la iglesia de Cristo está fundada en Cristo mismo como piedra angular, y como lo afirman tanto Pablo como el mismo Pedro, “todos” los creyentes son “Piedras vivas”, “edificio santo”, “ Real Sacerdocio”, que conforman el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia verdadera.
Y entonces ¿adónde pretendo llegar? A esto: una cosa no puede quitar la otra; que Pedro no fue “papa”, ni que sobre su persona Jesucristo fundara su Iglesia, no debe entorpecer nuestro razonamiento al punto de negar que sí estuvo, y con toda probabilidad, murió mártir en Roma. Y ¿por qué tal afirmación? Porque la Palabra de Dios mismo leída con discernimiento lo comprueba. Y también nos arroja nueva luz, para sí confirmar, que ya en aquellos tiempos los apóstoles sabían por revelación del Espíritu Santo que aquella ciudad albergaría una institución genocida, corrupta y malvada, a la que ya identificaban como BABILONIA. Y Pedro lo pronuncia claramente en el saludo final de su primera epístola: “La iglesia que está en Babilonia…”
Está babilonia no era un paraje casi abandonado (como lo estaba en aquellos tiempos) en las llanuras del Éufrates, la clásica ciudad babilónica de Nabucodonosor… El Apóstol se refería a la mismísima ciudad de Roma tenida como centro de toda maldad e idolatría en la tierra.
No pretendo alargarme mucho en este escrito y además no son muchos los versículos bíblicos en los cuales se hallan las pruebas que demuestran que el Apóstol Pedro estuvo en esta ciudad.
Las mismas se derivan, no tanto de la posible interpretación que le demos a la ubicación mencionada por el Apóstol al final de su primera epístola (si el término “Babilonia” describe de forma figurada a la ciudad de Roma o si se refiere a la clásica ciudad a orillas del río Éufrates), sino de los nombres de los compañeros de viaje de los mismos apóstoles.
Como sabemos, especialmente por las epístolas de Pablo, muchas hermanos de fe acompañaban a los Apóstoles en sus misiones evangelizadoras. Sus nombres, sus trabajos, sus esfuerzos, han quedado allí descritos y Pablo dedica el final de todas sus cartas a recordar a muchos de los que con constancia y dedicación le ayudaban y servían fielmente.
Siempre tuve la convicción de que todo lo que está escrito en la palabra de Dios, por algo está escrito. Puede parecernos sin ninguna importancia para nosotros, pasados muchísimos siglos, conocer los nombres de aquellos que colaboraban con lo que tenían y podían en la obra de Dios.
Nos apetece leer la doctrina y las enseñanza que contienen las epístolas Paulinas, y cuando llegamos a los saludos finales, parece que ya se pierde importancia… Y sin embargo, es por estudiar y prestar atención a estos mismos saludos finales, que propongo que razonen conmigo y logren ver, yo así lo veo, que la misma biblia prueba que Pedro sí se encontraba en la ciudad de Roma.
No sabría de ninguna manera precisar la fecha. Pero sí podremos ver que los colaboradores más estrechos de los Apóstoles se encontraban en Roma con ellos, especialmente cuando Pablo es trasladado a dicha ciudad para ser juzgado ante el Emperador.
Entre los más destacados ayudantes de Pablo en sus misiones se encuentran: Bernabé, Silvano, Lucas, Tito, Timoteo, entre otros, más muy especialmente, y dado que el comienzo de su relación personal no fue muy prometedora, se encuentra Juan, que tenía por sobrenombre Marcos (Hechos 12: 12).
Fijemos nuestra atención por un momento en la obra de colaboración de este hermano. Él aparece por primera vez cuando Pedro es liberado de la cárcel por un ángel, en el mismo capítulo 12 de los Hechos de los Apóstoles. Luego se va a Jerusalén acompañando a Bernabé y a Pablo.
Inmediatamente, recibiendo la bendición y aprobación del Espíritu Santo y los apóstoles (Hechos 13: 2 y 3), se vuelcan a la obra evangelizadora. Sin embargo, Marcos los abandona enseguida y vuelve a Jerusalén.
Pasado algún tiempo, y estando en Antioquía, Pablo y Bernabé se ponen de acuerdo en ir a visitar a las comunidades por las cuales habían pasado anteriormente. Y aquí el desconcierto entre ambos colaboradores y apóstoles: Bernabé quiere llevar consigo a Marcos, más Pablo se opone, ya que argumenta que el mismo los había abandonado anteriormente (Hechos 15: 38). Entonces Pablo y Bernabé se separan y cada uno toma caminos de evangelización diferentes.
Sin embargo, no existió una “ruptura” de relaciones, ni hubo rencores, ni herejías, ni cambios de doctrina. Ambos siguieron sus caminos, mejor dicho, los caminos trazados por Dios para ellos. Esto es lo último que sabemos de Bernabé.
Bernabé tomó a su sobrino Marcos y se fue a predicar hacia el sur. Pablo eligió a Silvano, y tomó rumbo hacia el norte…
Luego de esto hermanos, vemos relatadas las andanzas de Pablo y demás colaboradores en el resto del libro de los Hechos de los Apóstoles. Pero nada más podemos decir de la vida de Bernabé.
No obstante es de suponer que ambos, Bernabé y Marcos, junto con otros hermanos de fe, se encontraban predicando activamente la palabra de Dios y en estrecha colaboración con la comunidad de Jerusalén.
Es muy especial el vínculo que tendrían Pedro y el citado ayudante Marcos.
Uno de los Evangelios sinópticos, el de Marcos precisamente, lleva el nombre de este hermano de Fe.
Además de la tradición cristiana primitiva, no son pocos los eruditos que atribuyen este evangelio al citado personaje, y datan sus escritos como los más tempranos de la era cristiana. Se cree que es el primer evangelio escrito de la literatura cristiana, al punto de que afirman que los demás evangelios se apoyan en él para recordar los hechos de Jesús. Sea como fuere, lo importante es que la tradición afirma que Marcos era discípulo de Pedro y que su evangelio relata los hechos y la doctrina tal y como la escuchó de boca del Apóstol.
Esta laguna en la información acerca de la misma actividad de Pedro en Jerusalén y en las comunidades cristianas cercanas, no nos debe hacer pensar que los Apóstoles no se dedicaban con ahínco a la enseñanza y predicación del evangelio.
Es que este período está completamente abarcado por la actividad misionera de Pablo. Son los testimonios más abundantes y fiables que tenemos.
Nada sabemos de la vida de los demás Apóstoles. Lo cierto, repito hermanos, es que podemos encontrar información acerca de la vida de algunos de ellos en los saludos finales de las epístolas Paulinas. Es el caso de Marcos, especialmente cuando Pablo es llevado cautivo a Roma.
Es precisamente en las cuatro epístolas llamadas “Epístolas de la prisión” (Efesios, Colosenses, Filemón y Filipenses), ya que el Apóstol se encontraba encarcelado en Roma, en dónde encontramos los mayores testimonios acerca de la presencia de Marcos junto al Apóstol, o al mismo Pablo, solicitando la presencia de Marcos para ayudarle en el ministerio, como lo vemos en la segunda carta a Timoteo.
En la carta a los Colosenses, Pablo envía sus saludos a los hermanos de Colosas y menciona a Marcos («Aristarco, mi compañero de prisiones, os saluda, y Marcos el sobrino de Bernabé, acerca del cual habéis recibido mandamientos; si fuere a vosotros, recibidle»; Colosenses 4: 10) a quién también recomienda a los hermanos a tratarle con benignidad y amor si fuere enviado a ellos.
En las salutaciones finales de la carta a Filemón («Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis colaboradores». Filemón 1: 24), Pablo vuelve a referirse a la presencia de Marcos junto a él, además de Lucas, y otros colaboradores.
Ya la segunda carta a Timoteo es muy difícil asegurar el lugar en el que fue escrita.
La tradición afirma que Pablo estuvo por dos veces encarcelado en Roma. La primera duró dos años, es la que se relata en el libro de los Hechos de los Apóstoles, en la cual Pablo se encuentra viviendo en una casa alquilada custodiado por un guardia, a espera de la audiencia con el Emperador de Roma.
Luego de esta espera parece que el Apóstol quedó libre, y algunas inferencias de ello podemos descubrir en la citada epístola a Timoteo.
En ella Pablo solicita la presencia de Marcos y afirma que le es “útil” para el ministerio.
Probablemente esta epístola fue escrita en Roma al final de la vida del Apóstol, ya que en ella encontramos este indicio: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano” (2 Timoteo 4: 6).
Lo que me interesa resaltar de todas estas salutaciones finales de Pablo es la presencia de estos infatigables colaboradores de los Apóstoles. Ellos siempre los rodeaban, les servían en todo, algunos de ellos permanecieron años acompañando a un mismo Apóstol en especial.
Es el caso de Lucas, que viajo por casi todo el mundo conocido de aquél entonces con Pablo. Pablo lo menciona hasta el final de su vida y lo podemos comprobar también en los saludos finales de casi todas sus epístolas.
Si de aquí inferimos que estos hombres tan dedicados y sufridos por los peligros de los viajes, y lo que significaba en aquél entonces predicar la palabra de Cristo, persecución y muerte, y el que muchos de ellos permanecieran mucho tiempo al lado de un mismo Apóstol, no debe extrañarnos que Pedro se encontrara en Roma junto con Marcos y también Silvano, un fiel colaborador de Pablo en sus primero viajes (1Pedro 5: 12 y 13).
Silvano acompañó a Pablo en su segundo viaje, y en las epístolas a los Tesalonicenses aparece encabezado su nombre junto con el de Timoteo y Pablo como coautor de las mismas.
Sin embargo, aquí pasa lo mismo que con Bernabé. Silvano desaparece de las crónicas del libro de los hechos y no figura en los saludos finales de las epístolas Paulinas. No acompaña a Pablo en su tercer viaje misionero y ya nada podemos decir de su actividad misionera posterior, salvo cuando lo vemos aparecer junto a Pedro y Marcos en la salutación final de la primera epístola de Pedro.
Muchos dirán que es pura conjetura afirmar que Pedro sí estuvo en Roma y que la palabra de Dios lo confirma… Lo que propongo es cada uno lea la palabra de Dios buscando solamente la verdad con un corazón sincero.
Yo creo que esta es la llave para entender la palabra de Dios: Leerla pidiéndole a Dios guía y discernimiento.
Hermanos: estos compañeros fieles acompañaron a los Apóstoles durante su ministerio y soportaron las mismas tribulaciones que ellos. Debemos sacar la lógica conclusión de que estaban con ellos al final de sus vidas. Eran sus maestros, sus Padres espirituales, como los mismos Apóstoles se referían a todos ellos: “Gozo mío y corona mía” (Filipenses 4: 1); “Pues aunque tengáis diez mil tutores en Cristo, no tenéis muchos padres; porque en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio” (1 corintios 4: 15); “Por esto, os he enviado a Timoteo, quien es mi hijo amado y fiel en el Señor…” (1 corintios 4: 16); “Por conducto de Silvano, a quien tengo por hermano fiel, os he escrito brevemente, amonestándoos, y testificando que ésta es la verdadera gracia de Dios, en la cual estáis” (1 Pedro 5: 12); “La iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente con vosotros, y Marcos mi hijo, os saludan” (1 Pedro 5: 12).
Y Podría seguir hermanos, así, buscando ejemplos en la palabra de Dios acerca del amor incondicional que unía a la Iglesia primitiva.
Por eso digo que ya que la palabra nos arroja luz sobre estos últimos momentos de la vida de los principales Apóstoles, nos sirvamos de ella para deducir una clara idea de que nos que querían decir y adónde se encontraban y con quién estaban, de estos saludos finales de sus cartas. No están en vano puestos en la Biblia. No crean que para nada sirvan. No menosprecien la palabra de Dios.
Tanto Silvano como Marcos eran queridos por Pablo, y seguramente se trasladaron a Roma junto a Pedro, o tal vez Pedro llego después de ellos. Lo que no deja duda alguna, es que en las cartas a los Colosenses y a Filemón, Marcos, compañero y discípulo de Pedro, se encuentra en Roma junto a Pablo.
Que Pablo no lo mencione no significa que Pedro no se encontraba en la ciudad.
Pedro pudo haber llegado después de escritas las epístolas referidas, y por eso no se encuentra con el grupo que acompaña al Apóstol.
Pero si tenemos en cuenta de que estos discípulos rara vez se separaban de los Apóstoles (Pedro habla de Marcos: “Marcos a quién quiero como a un hijo”), entonces cobra un sentido mucho más claro y preciso la salutación final de la primera epístola de Pedro: “La iglesia que está en Babilonia”.
Razonando de esta manera y alumbrándonos con la luz que la palabra de Dios nos brinda, podemos entender claramente el sentido de palabras y símbolos usados por los Apóstoles para describir de manera apocalíptica muchas cosas.
Esta Babilonia se refiere claramente a la ciudad de Roma. Por el espíritu santo sabían los Apóstoles que en aquella ciudad se situaría el trono de Satanás. Ella heredaría el trono de maldad y perversidad de la clásica ciudad del Éufrates.
El papado romano y toda su vergüenza representan a la detestada babilonia con su inagotable fuente de mentiras, crímenes y blasfemias contra Dios.
Esta es la luz, hermanos, que nos arroja la palabra de Dios. Aprovechemos y sirvámonos de ella para alumbrar nuestro camino y nuestro entendimiento.
Que Dios y nuestro Señor Jesucristo los bendigan e iluminen. Es mi más fervoroso deseo el que la verdad crezca y el conocimiento se haga abundante, y que muchos puedan discernir la verdad de Dios. Amén
Los saluda un hermano de fe en Cristo Jesús Fernando Acuña Pintos.
Sr FDAP, como he visto, no leido, creo que lo mejor es que ud. haga un resumen al maximo y me parece que mejor dice…LEAN LA BIBLI, LEAN LA BIBLIA,LEAN LA BIBLIA …a PABLO,, a PABLO…a PABLO…y luego cite a ver si alguien lo leyo. No se ufane tanto ..Ese mismo Pablo dijo : » No importa que te esfuerzes ,, que hagas lo que hagas pues Dios tiene misericordia de quien El quiere «//Asi que hasta un criminal analfabeto, incredulo puede recibir la MISERICORDIA de Dios…..Ya ve como a Pablo le aplico el aquijon y El lo disfruta…Pidale ud. tambien que lo escoja a ud para tener siempre aguijones y espinas torturandole » Es eso racional ??? Apliqueselo…Dios le tenga misericordia y le envie aguijones como a su querido Pablo pues ud es muy aficionado a sus discursos y ha aprendido mucho, disfrutelo.
No comente mas estupideces. Si a usted no le interesa, no cree, no se identifica con lo que digo, deje de lado esto… yo no busco comentarios, yo no busco fama… deje de decir: usted es «pablista»… usted sí es un perdido que no sabe lo que dice. Dios tenga misericordia de todos nosotros, especialmente de gente como usted!!!
Ud se volvera loco escribiendo la biblia..Nadie lee esto pues si lo desea toma una.
Dios se apiade de su fanatismo…
No vuelva a escribir… no se «ufane» usted, lea el libro de urantia, sea feliz con su locura…