Decidir hacer lo bueno o lo malo: “la diaria elección”…

“Cada día, es un día de decisiones y de elecciones…
Estamos obligados a elegir…
Elegir seguir al Espíritu, y por la tanto elegir lo bueno, o elegir ceder a los deseos de la carne, y por lo tanto, hacer lo malo, y darles el control de mi vida a mis enemigos…
Día a día, esa es nuestra lucha…
¡Yo no quiero vivir planificando el mañana! ¡Yo sé que primero tengo que vencer hoy!
Todo el que planifica el mañana no sabe lo que hace pues, no sabe qué es lo que el mañana traerá… ¡Cada día trae su propio afán!
Si logro vencer hoy, habré avanzado un paso más en mi caminar cristiano, y así estaré más cerca de llegar a la meta.
Si logro mentalizarme de esta manera, entonces, atravesaré ‘tempestades, mares y ríos caudalosos’.
La vida del cristiano es así mismo: ‘llena de obstáculos, barreras, dificultades, angustias’…
¿Hay momentos buenos? ¡Claro que los hay!
¿Hay momentos de paz? ¡Claro que los hay!
¿Hay tiempo para sonreír? ¡Claro que lo hay!
Sin embargo, si de nuestra ‘nueva vida en la fe’ sólo esperamos estas cosas buenas, de verdad no sabemos, o no hemos llegado a entender, a qué camino, y a qué esperanza fuimos llamados…
¡Qué difícil es escoger lo correcto cada día! ¡Tengo esta inclinación permanente a las cosas malas continuamente asaltándome!
Debo cargar con este ‘cuerpo de muerte’ hasta el final de mi carrera…
Esto es lo que elegí: ¡Quiero caminar con Cristo durante todo el viaje que me resta!
Es estrecho y espinoso el camino… El yugo de Cristo es dulce, es hermoso y santo… Más en mí ‘no mora el bien’ y mi carne me impulsa a querer las cosas dañinas…
Sabiendo cuáles son las consecuencias del pecado, no obstante, nos dejamos seducir por él.
¡O corazón corrompido! ¡Traicionero es el corazón y desesperado!
”Mi lucha es diaria, continua, anhelo la paz y, si llega, sé que es temporal, pues no demorará en desatarse el próximo conflicto…
¡La guerra ya la ganamos en Cristo Jesús más las batallas las tenemos que pelear cada día!
Y así seguimos adelante. Sabiendo que cuanto más batallamos y vencemos más nos parecemos a Cristo.
¡Aunque caiga y sea herido por mi feroz enemigo sigo y sigo y no me rindo jamás!
¡Sé que soy más que vencedor en Cristo!
Como ‘el Guerrero Desfalleciente’ busco aliento en el poder del Espíritu de Cristo, miro adelante, sacudo el polvo de mis vestidos, y vuelvo a la carga.
¡Mi enemigo no prevalecerá contra mí! Pues es Cristo Jesús el que me sostiene en pie, me da aliento de vida, y me conduce victorioso sobre los ejércitos de mis enemigos.
¡A no desfallecer! ¡A no rendirse jamás hermanos!
Si Cristo está por nosotros: ¿Quién estará contra nosotros?!
Amén.
Fernando Acuña Pintos.

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