Discernir la “verdadera batalla” es el deber de todos los creyentes verdaderos.

Muchos conflictos y batallas enfrenta un hombre de fe verdadera.
¡Muchos son sus enemigos!
Pocos son ‘externos y visibles’…
Sin embargo, el peor enemigo lo lleva dentro de sí mismo y se llama “viejo hombre”.
El ‘brutal conflicto’ entre ambos cala profundamente en el alma del “creyente verdadero”.
¡Cuánta razón tienen los Apóstoles cuando escriben sobre este delicado asunto!
Apóstol Pablo: “Porque la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Ambos luchan entre sí, y por eso, ustedes no pueden hacer todo el bien que quieren” (Gálatas 5:17).
Y ahora el Apóstol Pedro: “Queridos míos, yo los exhorto, como a gente de paso y extranjeros: no cedan a los deseos carnales que combaten contra el alma” (1 Pedro 2:11).
El Apóstol Santiago nos declara solemnemente cuál es el origen de nuestras discordias, odios y demás pleitos: “¿De dónde provienen las luchas y las querellas que hay entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que combaten en sus mismos miembros? Ustedes ambicionan, y si no consiguen lo que desean, matan; envidian, y al no alcanzar lo que pretenden, combaten y se hacen la guerra. Ustedes no tienen, porque no piden. O bien, piden y no reciben, porque piden mal, con el único fin de satisfacer sus pasiones. ¡Corazones adúlteros! ¿No saben acaso que haciéndose amigos del mundo se hacen enemigos de Dios? Porque el que quiere ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios. No piensen que la Escritura afirma en vano: El alma que Dios puso en nosotros está llena de deseos envidiosos”. (Santiago 4:1-5).
Y todos los santos Apóstoles nos hablan de las miserias y luchas del “hombre renacido” en contra de sus pasiones. Quedando patentemente comprobada esta batalla en la epístola de Pablo a los Romanos, capítulo 7.
Empero, pocos disciernen este hecho y, menos aún, lamentan esta miserable condición del hombre.
Lo que más duele es ver como muchos que se hacen llamar ‘cristianos’ jamás han experimentado esta ‘oposición en sí mismos’.
Más basta con mirar un instante e inmediatamente, salen a la luz sus defectos, sus errores, su verdadero corazón queda al descubierto, y ya no tienen excusas, excepto una vana obstinación, y añadir error sobre error… ¡Y se cubren con la túnica de la presunción y no disciernen sus propias equivocaciones!
¡Tan ciegos están!
Los cristianos de hoy, en su mayoría, se han transformado en los ‘fariseos’ de los tiempos del Señor….
Legalistas, ritualistas, llenos de reglas, imposiciones y tradiciones inventadas por hombres.
¡Que poco lugar le han concedido al Espíritu!
A la “verdadera santificación” por este espíritu de Dios que es el que ‘verdaderamente nos hace libres’.
Los cristianos de la ‘nueva era’ están más afanados en concurrir a templos, escuchar sermones, dar diezmos, abrazarse entre cuatro o cinco, y luego, irse a sus casas…
Más al llegar, marido, mujer e hijos, ‘murmuran’ entre sí del vecino, de la vecina, de los hijos de la vecina, y también de los que estaban a su lado en el templo…
Regresan a sus casas cargados de odio, envidia, celos, y levantando un dedo acusador que apunta como un ‘tirano armado’, disparando sin saber adónde ni a quién, sin ninguna misericordia…
¿A quién van adorar en esos templos?
¿A quién ofrecen sus corazones?
¿Qué les enseñan sus ‘pastores superfinos’?
¿Qué es lo que le piden a Cristo?
¡Piden por ellos mismos y nada más que por ellos!
¡Señor!, “Que me valla bien en esto…. Y en lo otro… Y también en aquello…”
Más no hay una reforma profunda en sus corazones.
Llegaron a esos templos llevados por amigos, o por algún familiar, o solos, quién sabe; llegaron angustiados, buscando liberación, perdón de sus pecados y faltas; llegaron buscando a Jesucristo… Llevaron todas sus cargas, concupiscencias y defectos, con el fin de libertarse definitivamente de sus males. Llegaron llenos de codicia, vanidad, soberbia, y otros tantos males y enfermedades del alma, que me extendería mucho, si mencionara todas ‘nuestras miserias’…
Más, ¿Cómo es que luego de haber escuchado la palabra y el evangelio aún permanecen en sus mismos crímenes y culpas?
¿Dónde está ese tan ansiado cambio que fueron a buscar cuando acudieron al Señor?
¡Sencillamente no existe tal cambio! ¡No hay un nuevo nacimiento! ¡Al menos no se nota!
Su comportamiento sigue siendo el mismo. Sus defectos de antaño continúan iguales. Hasta parece que frecuentar tales lugares solo les ha añadido mal a sus males.
Y esto, no es culpa, ni de la palabra, ni del Cristo…
Es causa de una superficial reforma (sino mejor, Hipocresía pura), del corazón y del alma.
Es causa de no saber identificar la verdadera lucha y a qué combate fuimos llamados. Por eso, cuando las pruebas sobrevienen, la tentación se instala en el corazón y aquellos males de los que nos creíamos liberados nos atrapan nuevamente, y con renovada fuerza nos atormentan. El peligro está en intentar ocultarlos, y de aquí que haya personas a las que, vistas desde afuera, parezcan pías y santas, más ocultan un corazón lleno de engaño y toda clase de cosa perjudicial.
¡Tal cual estaban antes de conocer a Jesucristo y la predicación de las buenas nuevas de salvación!
Este es la ‘capa’ de una pretendida religiosidad y falsa piedad, de la mayoría de los ‘cristianos profesantes y frecuentadores de templos’…
Queridos hermanos, si no logramos identificar nuestros verdaderos enemigos y la verdadera lucha a la que fuimos llamados, este error seguirá siendo frecuente, y no pocos creerán que son hijos santos del Señor y ‘salvos indefectiblemente’, y continúan con todo el mal instalado en su corazón, como en sus tiempos de incrédulos y paganos.
Y que poco se habla de este ‘combate del hombre consigo mismo’, contra de sus pasiones y concupiscencias, en los templos de la “Nueva Era” del mundo cristiano actual.
En cambio, se le da una importancia desmedida e infundada, a la predicación del ‘evangelio de prosperidad’ y paz interminables…
¿Y por qué es infundada esta predicación?
¡Porque el mismísimo Jesucristo dijo que, en el mundo, los ‘Cristianos Verdaderos’ tendrían tribulación y padecerían sufrimientos!
¡Más si quieres verlos de mal humor ve y predícales esta verdad!
Y de aquí, todos los males presentes, toda la falsedad y farsa que vemos, que nos avergüenza…
El verdadero conflicto sigue siendo el mismo: “El hombre en guerra contra sus pasiones y deseos desordenados”.
¡Una batalla cruel con su vieja naturaleza!
¡Ésta es nuestra Guerra Santa! A combatir en contra de este “Viejo Hombre” hemos sido llamados por Cristo. ¿Cuándo discerniremos esto?
Y de este combate, surgirá y renacerá un nuevo hombre, con un nuevo corazón. Un nuevo hombre refinado, emblanquecido, purificado…
Éste el ‘nuevo nacimiento’ del que nos habla el Apóstol Juan.
“Un hombre renacido del espíritu y purificado con la verdad”.
No será frecuentando templos, ni con ritos, ni entregando diezmos a pastores corrompidos, ni cantando salmos de manera ‘enfervorizada’, por sólo un momento, que llegaremos a Cristo y nos haremos partícipes de sus Santidad.
Sino desarraigando de nuestros corazones todos nuestros prejuicios, odios, contiendas, celos, envidias, avaricias, hipocresías y murmuraciones. En fin, todo lo que nos separa, no sólo unos de otros, sino de Dios mismo.
Acuérdense hermanos de que estos enemigos ya fueron identificados. ¡Jesucristo y los
santos Apóstoles en sus evangelios y epístolas nos hablan de ellos!
No obstante dicen algunos: “Los enemigos del hombre son El demonio, el mundo y luego las pasiones…”
El último lugar lo dejan a los ‘propios vicios’ y males del alma humana. Sin embargo creo que es por medio de esta ‘vieja naturaleza’ que estos dos primeros enemigos capturan y esclavizan nuestras vidas.
Pero hay que ‘Discernir’ el verdadero combate.
Y el ‘creyente verdadero’ contempla con horror esta ‘dualidad’ en sí mismo. Sufre bajo el peso de su propia corrupción y sabe que su alma renacida, debe llevar de arrastro, como encadenado y hasta la partida final, a este viejo hombre, que es la fuente de todos sus conflictos.
¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de Muerte?
“Gracias a Dios, mediante Jesucristo nuestro Señor.” Amén.
Fe, Perseverancia y confianza plena, no en nosotros, sino en Aquél que venció todo esto por nosotros, y nos entregó la victoria por gracia inmerecida.
Saludos de un hermano de Fe en Jesucristo. Amén.
Fernando Acuña Pintos.

Avatar de Desconocido

About Fernando Acuña

Deseo compartir esta Información con el mayor número posible de personas. No persigo ninguna finalidad lucrativa ni sectaria... Mi único interés, es dar a conocer esta gran revelación. Que Dios los bendiga a todos ustedes que visitan esta página.
Esta entrada fue publicada en Debate, discución, el rapto, el testimonio del espíritu santo, Espiritual, GOBIERNO MUNDIAL, GRAN APOSTASÍA, la mente de cristo, laicismo, Las maquinaciones de satanás, Nueva Era, paganismo y nueva era, Polémica, Reflexiones, Reflexiones Espirituales, Religión, secularismo, Teología, Vicios y Pasiones y etiquetada , , , , , , , , , , , , , , , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario